Paysandú, Jueves 21 de Enero de 2010
Locales | 17 Ene “La vida es igualmente una contradicción que existe en las cosas y en los fenómenos mismos, una contradicción que constantemente se pone y se resuelve” (Engels). Tu hija mayor, mi hermana, maquillaba tu piel fría ya sin existencia, el mismo día de su cumpleaños. Sus dedos te tocaban con la delicadeza de lo que se atesora y a vos se te dibujó una especie de sonrisa, de las sarcásticas, de las tuyas. Tu otra hija, la menor, mi otra hermana, te miraba los ojos redondos, mojados, un poco incrédulos y ensayaba una leve caricia en tu cara, con el roce de sus manos.
Afuera el asfalto hervía a las dos de la tarde y solo las chicharras desafiaban al Sol, desde la clandestinidad de los árboles. Alguien podría haber pensado que esa escena final era íntima, triste y solitaria, llena de amor sin duda.
Quien no hubiera conocido a “Pocho” Varela probablemente lo hubiera pensado, pero en esa sala de un jueves de enero habitaba toda la revolución cubana. Cafrune y Zitarrosa, Massera, Seregni y Arismendi, allí estaban los pies descalzos de los 17 años de “Pocho”, corriendo en avenida Brasil para esquivar la represión de los agentes de Policía, en la huelga de los obreros de UTE a finales de los ‛50.
Allí estaban los primeros ecos del Movimiento de izquierda en Paysandú y el Fidel del año ‛61, por ese cuarto se paseaba Rosa Luxemburgo y Lenin, Marcuse, Pulitzer, la dialéctica de la historia y el Nuevo Testamento; tu biblioteca de libre pensador, el libro del Mormón y El Capital, Engels, Marx y los cuatro o cinco comunistas que se reunían en un Paysandú conservador e indiferente en los ‛60, los Beatles, Atahualpa, los Ogara y la ONDA, el amor de tu vida, tu hermano clandestino y muerto, tu padre -entrañable ser humano-; en esa sala estaban tus amigos de la vida, tus hermanos de alma y los de sangre, aún vivos.
Esos que te acompañaron hasta el último lugar, porque al decir de Octavio Paz, supiste partir el pan y repartirlo…“el pan de una verdad común a todos, verdad de pan que a todos nos sustenta, por cuya levadura soy un hombre, un semejante entre mis semejantes; pelear por la vida de los vivos, dar la vida a los vivos, a la vida...” de tus camaradas, de tus amigos, los más íntimos.
Ese jueves no te acompañó ninguna dirigencia, no hubo ramos de flores, ni mensajes escritos de ningún partido; fuiste fundador del Frente Amplio en Paysandú pero te tocó morir en pleno enero. No hubo presencia del Frente Amplio y poca del Partido Comunista, no estuvo tu Adeyom querido ni el Pit-Cnt. Hoy no hubo saludos del sindicato que ayudaste a forjar y del que fuiste pionero, por el cual te destituyeron de la Intendencia y fuiste presa de la dictadura. Probablemente sea ésta la medida de los necios y de los ciegos o el olvido de los displicentes.
Hoy te acompañaron los hombres íntegros, los de la primera hora, hoy el discurso emocionado de Correa y de Jesús al pie de tu sepulcro fueron la medida de los dignos. Hoy quienes sientan sus partes en los sillones mullidos del gobierno no le deben su “logro” a los llegados de último momento, se lo deben entre muchos otros, a seres íntegros como vos, “Pocho” Varela.
Hoy, por un trámite administrativo o por la bajeza de pensamiento, no gozaste los “privilegios” de un panteón por el cual luchaste para beneficio de todos. Hoy tus hijas decidieron, con la dignidad que se transmite, sepultarte en la tierra.
Desde hoy, “Pocho” Varela, vas a ser puro materialismo dialéctico, mañana frutos y árboles y más tierra fértil todavía, la estela de ti mismo.
Porque la vida de los libres se esparce de estas maneras y tu nombre no termina sino que empieza, se planta como un bosque pensante y tu linaje de hombres libres camina aún por encima de la tierra, mientras alguien en cualquier parte te deletrea. Sergio Chanes Varela
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