Paysandú, Jueves 21 de Enero de 2010
Locales | 17 Ene
Cumpliendo con el deber del contribuyente,
O la odisea de pagar la patente en la I. de P.
Sr. Director.
Tengo el honor y la desdicha –valga tamaña paradoja- de poder hacer uso de este espacio en tan prestigioso medio, permitiéndome robarle unos minutos de su tiempo.
Lo que motiva estas líneas, es el sentimiento de impotencia que experimenté –y aún hoy experimento cada vez que comento lo sucedido con allegados- luego de intentar empadronar y posteriormente pagar la patente de un vehículo automotor.
A fines de diciembre de 2009 un familiar cercano adquirió un automóvil cero kilómetro en Montevideo y yo me ofrecí a realizar los trámites antes mencionados. En ese momento fui asesorado telefónicamente y de manera muy gentil por personal de la oficina de Tránsito de la Intendencia de Paysandú.
Una vez que me fueron entregadas las chapas de prueba para poder trasladar el coche hasta nuestra ciudad me aconsejaron volver el primer día hábil de enero para efectuar los trámites correspondientes, puesto que aún no se encontraba en funcionamiento el sistema para el cálculo de las patentes, tanto para las nuevas como para las “viejas”.
Cumpliendo con lo acordado el lunes 4 me presenté en dicha oficina con el fin de que se realizara la inspección vehicular, la cual se efectuó sin problemas, previo pago del depósito del empadronamiento y de la patente, cuyo cálculo estimativo fue proporcionado por uno de los funcionarios municipales, ya que el sistema –menester de la sección cómputos de la comuna- seguía sin estar habilitado.
Una vez abonado el monto estipulado en ventanilla y tras casi cuarenta y cinco minutos de mansa espera, -el pago lo realicé con un cheque por el valor exacto del cálculo, centésimos incluidos- volví a dirigirme a la misma persona quien nuevamente de manera cordial me comunicó que en el correr de la semana me llamarían cuando el programa estuviera operativo para en ese momento cambiar los comprobantes del depósito por el recibo oficial –requisito indispensable para poder hacerme de la libreta del vehículo-.
Me llamó la atención que hiciera tanto hincapié en no perder tales comprobantes puesto que eran imprescindibles para ser presentados en la caja y darle continuidad al trámite.
Haciendo uso del sentido común, le contesté que no deberían haber mayores problemas desde el momento que el pago ya había quedado registrado en el sistema. Su respuesta fue que la falta de los mismos demandaría la confección de una nota y otro trámite interno; así que a buen entendedor... coloqué los comprobantes en una carpeta y posteriormente la misma bajo llave.
Pasado el tiempo en el que supuestamente debería haber recibido novedades de parte de algún funcionario de la oficina de tránsito, decidí tomar la iniciativa, por aquello de Mahoma y la famosa montaña caprichosa.
Me comuniqué a primera hora con mi viejo conocido, quien se comprometió a devolverme el llamado en el correr de la jornada. A mitad de la mañana efectivamente recibí la llamada –con cierta incredulidad y sorpresa, nobleza obliga- de mi “tutor” municipal para que me presentara en las oficinas del Palacio y así poder dar por finalizado el trámite.
Otra vez la espera –en esta oportunidad casi de 50 minutos, ya que de las 6 cajas dispuestas sólo 2 se encontraban operativas-, aunque en esta ocasión me encontraba psicológicamente preparado para afrontar la misma estoicamente. Para lo que no estaba preparado era para lo que vendría.
Luego de explicarle brevemente la situación a la cajera –quien a pesar de desempeñarse bajo suma presión, me trató de manera muy correcta y amable- la dejé hacer su trabajo, hasta que un gesto de negación, seguido por un: “No lo puedo hacer”, llamaron mi atención. Luego de escuchar estas palabras tuve la sensación que mi paciencia estaba finalmente alcanzando su punto límite.
“Pero si yo mismo vine a pagar, es más, pagué con un cheque”, le respondí.
“Si, pero el monto está con decimales y el programa no permite dar de baja a depósitos con decimales”, fue la respuesta. Por lo que allá marchamos, la cajera y yo a hablar con mi tutor –dejando momentáneamente a una sola cajera para atender a toda la multitud-, quien en definitiva era la persona que había realizado el cálculo, a falta del famoso sistema que debería haber sido proporcionado en tiempo y forma por sus compañeros de cómputos.
13 de enero, “Día sin notas de crédito”
No demoraron más de un minuto en ponerse de acuerdo en que lo que debería hacerse sería una nota de crédito, para así poder generar un nuevo depósito por una cifra entera y posteriormente cambiar dicho depósito por el recibo oficial.
Una solución tan lógica como simple de llevar a cabo... en los papeles, ya que la persona encargada y capaz de hacerlo estaba de licencia, su suplente o compañero de tareas, también, y para colmo de males, la tercera “rueda de auxilio” estaba cumpliendo años justo ese día y por lo tanto haciendo uso de su beneficio, no había ido a trabajar. Por lo tanto, el 13 de enero de 2010 se había decretado tácitamente, “El Día sin Notas de Crédito” en la Intendencia de Paysandú. Consecuencia: debería concurrir nuevamente al día siguiente.
Sin faltarles el respeto en ningún momento, pero denotando cierta molestia en mis palabras, les di a entender a ambos que no estaba dispuesto a realizar idéntica cola 24 horas después, por lo que la cajera gentilmente me sugirió que me dirigiera directamente a su puesto de trabajo al ingresar al Palacio.
Volví al día siguiente y cumplí al pie de la letra las indicaciones. Mi alegría se desmoronó cuando oí las palabras: “Tome asiento que ahora yo mando los papeles a Contaduría para que quede todo solucionado”.
En los 55 minutos que demandó la nueva espera se sucedieron idas y vueltas –de la cajera a la sección de Tránsito-, llamadas por teléfono –de la misma funcionaria a la sección Contaduría- y alguna que otra actualización en “tiempo real” sobre el estado en el que se encontraba el trámite.
Casi una hora después de haber entrado a la IdP y luego de haber desperdiciado tres mañanas de trabajo por un simple trámite de empadronamiento y pago de patente, finalmente, me pude hacer de la libreta de propiedad del vehículo.
Si bien es digna de destacar la amabilidad del trato en todo momento de todos los operarios municipales involucrados, también lo es la total falta de consideración y de respeto por el tiempo de las personas que no tienen otra alternativa que acudir personalmente a la Intendencia a cumplir con su deber de contribuyentes.
Es una vergüenza que en una oficina, sea esta pública o privada, haya un encargado de realizar notas de crédito, y peor aún, que habiéndolo, no exista un sustituto capaz de poder hacer su trabajo, como si se tratara de un irremplazable astro-nauta espacial de la NASA.
Habría que exhortar a la Intendencia a que junto con el calendario de vencimientos de tributos y tasas también publicara las fechas de los cumpleaños de los funcionarios de las distintas secciones, así la gente sabría de antemano cuando ir y cuando no.
Y por último –esto si, un poco más en serio- resulta i-nadmisible que una sección de la Intendencia que tiene a su cargo el cálculo de patente y contribución inmobiliaria –rubros que representan un buen porcentaje de los ingresos de la comuna- sea “agarrada por sorpresa”, ni más ni menos que por el cambio de año, como si se tratara de algo que simplemente sucede y no existiera manera alguna de preverlo. Máxime cuando cada día que pasa es uno menos que tiene el contribuyente para poder hacer uso de los beneficios de las distintas bonificaciones. Pero bueno, eso parece no importarle a nadie. Contribuyente molesto
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