Paysandú, Jueves 21 de Enero de 2010
Opinion | 18 Ene Sabido es que lo que pasa al norte del Santa Lucía, para el gobierno nacional no existe. Únicamente importa lo que pueda afectar directamente a los montevideanos, que los moleste o que suceda en la capital. Solo de vez en cuando se acuerdan del Interior, en especial si algo afecta a la franja de 50 kilómetros de ancho entre Colonia y Punta del Este, por el hecho que son los lugares elegidos por la mayoría de los capitalinos para sus travesías de fin de semana, que para ellos es como recorrer el mundo entero. Los problemas más allá de los límites de la República de Montevideo –que paradójicamente sobrevive con los recursos que le extrae al Interior—siempre pueden esperar hasta eternizarse entre los escritorios de la burocracia, a menos que la escasez de información en los medios de la capital los transforme en “noticia” detonante. Ahí sí, aparecen los jerarcas mostrando interés y su cara en las páginas del diario o la pantalla del televisor. Pero esta actitud a veces resulta perjudicial para los propios intereses nacionales –léase montevideanos—y no se dan cuenta, por lo que contra todo pronóstico el gobierno le da la espalda como a cualquier problema del Uruguay profundo. Es el caso de las largas colas de interminables horas en el puente internacional General Artigas, una barrera burocrática infranqueable para los turistas que se dirigen a los balnearios del Este. En los hechos se trata de la mejor forma de decirles que no vengan a Uruguay, que no nos interesan las divisas que generosamente desean dejar en nuestro país y que para nosotros, ellos no son dignos de nuestras playas y bellezas naturales.
Van cuatro años que se repite esta situación, desde que los piqueteros de Gualeguaychú impusieran su ley por sobre los derechos de sus demás conciudadanos, pero los uruguayos no hemos tenido tiempo aún de hacer algo para solucionarlo. Recién a fines de diciembre del año que acaba de finalizar las autoridades dispusieron los recursos mínimos necesarios para cerrar una cabina extra en el paso de fronteras, para habilitar otra senda de ingreso. ¡Que a mitad de enero, en plena temporada y fecha de recambio de turistas, todavía no funciona! Quizás si algún ministro viera con sus propios ojos lo que se vive en Paysandú, podría convencer a las autoridades pertinentes para actuar con la urgencia que se necesita. Pero en todo este tiempo ni siquiera el titular de Turismo se dignó a acercarse tan solo una vez al principal acceso terrestre de turistas a nuestro país. Por eso le rogamos al señor ministro: ¡por favor, abandone por un día las cálidas arenas del Atlántico y venga a ver lo que sucede bajo el sol abrasador de Paysandú!
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