Paysandú, Jueves 21 de Enero de 2010
Opinion | 19 Ene
La aceptación generalizada que ha tenido la instrumentación del Plan Ceibal está evolucionando desde un apoyo prácticamente irrestricto cuando su lanzamiento hasta la de un respaldo crítico en el presente, porque precisamente ha llegado el período de la evaluación, cuando se debe por lo menos cuantificar o tener en cuenta resultados en base a los elementos que en su momento se habían manejado y las consecuentes reservas que desde algunos sectores –entre los que nos incluimos-- se hacían conocer desde el punto de vista pedagógico, sobre todo para los niños de más corta edad.
Por supuesto, no puede haber quien cuestione la idea de que cada niño en edad escolar cuente con su XO, en la primera aproximación del escolar a la informática, la que signa prácticamente todas las áreas de actividad en el mundo moderno, sin que pueda concebirse su funcionamiento sin las computadoras.
Pero las reservas refieren a la oportunidad, forma de instrumentación y consecuencias colaterales de una buena idea que lanzó el gobierno por fuera de los programas de enseñanza y en forma inconsulta con las autoridades que la rigen y --como consecuencia-- sin la debida formación y capacitación de quienes debían en las aulas ser el soporte del uso de las pequeñas computadoras.
La evaluación que se ha hecho de esta entrega de las XO no deja lugar a dudas de que la iniciativa prescindió del parecer de los docentes, y que naturalmente éstos debieron ser parte de una rápida puesta al día sobre el uso de este instrumento sin haber sido informados previamente y mucho menos formados en este camino.
Pero el mayor objeto de inquietud no es precisamente el de la formación de los docentes --que se puede lograr en determinado período, al fin de cuentas-- sino que en alguna medida se ha invertido el proceso de enseñanza y se ha desdibujado el objetivo de que las XO se utilicen, con la debida orientación docente, como un excelente instrumento de aprendizaje y de introducción práctica al mundo de la informática, por lo que no puede extrañar que muchos niños estén entusiasmados con “jueguitos” y otros posibles entretenimientos, más que en la parte educativa.
Y ello se da precisamente en un contexto problemático de nuestra enseñanza, donde la formación en valores deja mucho que desear y los niños crecen en ámbitos en los que la lectura no abunda y las aulas deberían ser la herramienta para revertir esta formación deficiente a través de un aprendizaje en el que el niño se nutra de conocimientos, aprenda a razonar y valorar la lectura, la gramática, las matemáticas, la historia, el conocimiento aplicado y como vía de enriquecimiento de mente y espíritu.
Y precisamente el disponer de acceso a la información en forma rápida y fácil a través de computadoras con conexión a Internet debería ser el paso siguiente a esta formación, en carácter de apoyo y no como sustitutivo, como se está haciendo, sin que se estimule al uso del aprendizaje sistemático, la memoria y el razonamiento.
El sociólogo Esteban Perroni, al evaluar el impacto del Plan Ceibal en un seminario organizado por el Observatorio de Medios y Audiencias del Centro Latinoamericano de Economía Humana (Claeh), sintetizó a El país que “yo reclamo urgentemente ‘un niño, una regla de tres’. Cuando eso esté completo, quizás puedo pensar ‘un niño, una computadora’”.
Considera el profesional que existe un riesgo a la hora de alfabetizar “electrónicamente”, pero sobre semianalfabetos en las ciencias exactas y en las letras, subrayando que “me refiero a leer y escribir, y por sobre todo, a saber pensar, no solo cosas concretas sino también cuestiones abstractas, es decir una fuerte formación lógica que no están teniendo nuestros futuros ciudadanos”.
Puso como ejemplo que “si no sabemos resolver una regla de tres, ¿la computadora es útil, viable? ¿Para resolver qué? ¿Para qué poner una máquina tan potente al alcance de un usuario probablemente hoy doblemente analfabeto? O por lo menos en una alfabetización claramente incompleta en lo que hace a la escritura y al pensamiento lógico, y totalmente analfabeto en lo que es el uso de las tecnologías digitales”.
Y este es precisamente el dilema que no es atendido por el Plan Ceibal, el que pone al niño frente a la computadora sin saber leer ni escribir, sin razonar y sin resolver una regla de tres, cuando esta debería ser la base en la educación para después sí sacar todo el provecho posible de un instrumento que es en sí formidable para crecer en la formación, pero no para sustituirla por meros operadores de informática.
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