Opinion | 20 Ene Mientras en el puente internacional Paysandú – Colón los turistas esperan horas para hacer los trámites aduaneros, en colas de varios kilómetros abandonados en una carretera bajo el inclemente sol de verano o la lluvia, en Buenos Aires, Colonia y Montevideo, los que puedan pagar un pasaje de avión o ferry solo tienen que dirigirse a la terminal correspondiente, hacer sus trámites en ambiente climatizado y relajarse durante el viaje de algunas horas o minutos hasta su destino. Allí no falta personal de Aduanas o Migraciones para absorber el tránsito que fuere, y la única limitante está en la cantidad de barcos o aviones con que pueda disponer la empresa, y las frecuencias que pueda realizar. No es de extrañar entonces que el grueso de los turistas se vuelque a ingresar por el Sur, aún cuando resulte mucho más oneroso que viajar hasta Colón para hacerlo. Sin dudas el gran beneficiado por el colapso del puente Gral. Artigas es Buquebus, que cuenta con servicio de bodega para el traslado de vehículos y 16 barcos que en fechas pico trasladan 10.000 pasajeros por día, sin que eso produzca el más mínimo contratiempo en sus instalaciones de Puerto Madero en Buenos Aires o en Colonia y Montevideo.
Los trámites obligados son los mismo que acá, pero allá siempre hubo y habrá el personal y la infraestructura necesaria para que los tiempos no se dilaten demasiado. Esta situación no es nueva, data de al menos tres años pero esta emergencia que se vive en cada verano en Paysandú no ameritó ni siquiera la visita del ministro de Turismo, Héctor Lescano, para al menos informarse de primera mano de lo que sucede en el puente. Si lo hiciera, podría tomarse el día y trasladarse en automóvil hasta Colón, hacer la cola de egreso e ingreso como cualquier otro turista y así sabría en carne propia el grado de desconsideración del gobierno uruguayo para con las miles de familias que decidieron ahorrar unos pesos más pasando por Paysandú, y así disponer de más dinero para gastar en nuestro propio país. Pero no hay voluntad política para buscar soluciones, y así estamos a mitad de la tercera temporada sin cambios a la vista, en beneficio de unas pocas empresas privadas por la ineficacia del Estado uruguayo, en detrimento de la industria turística nacional.