Paysandú, Sábado 23 de Enero de 2010
Opinion | 23 Ene Un informe de la Dirección de Migraciones al que tuvo acceso el semanario “Búsqueda”, da cuenta que luego de casi una década, con una emigración de miles de personas por año, en 2009 solamente 825 uruguayos abandonaron el país y no han retornado dentro del plazo estipulado para el regreso, lo que da una pauta de una fuerte reducción en el síndrome de buscar oportunidades en el exterior.
Claro, este es un razonamiento que no tiene otra consideración más que la comparación de cifras y no evalúa los escenarios en que se han manifestado estos números, que aparecen a primera vista como positivos en lo que refiere a la valoración de que dentro de fronteras se ofrecen las oportunidades laborales que hasta hace pocos años no se daban, y que la calidad de vida de que disfrutamos no tiene nada que envidiar a las de las naciones que hasta hace poco eran la meca de los emigrantes.
Pero esta evaluación peca de simplista y fuera de contexto, y es preciso incluir otros elementos en el análisis para aproximarnos a la realidad de un tema muy complejo, de perfiles cambiantes con el tiempo, tanto dentro del país como en el marco exterior, y de ahí la necesidad de contextuar los datos.
Así, este informe da cuenta de que el año pasado se fueron del país a través del Aeropuerto Internacional de Carrasco 275.186 uruguayos e ingresaron 274.361, lo que da una diferencia de solo 825 uruguayos, considerablemente menor a los 6.054 de 2008 y los 16.603 de 2007.
La cifra registrada en 2009 confirma la tendencia decreciente registrada en 2008, aunque según los analistas no se establece aun una tendencia, desde que se ha registrado una serie de episodios puntuales que deben tenerse presentes para establecer si hubo un cambio real de la conducta migratoria.
Uruguay ha sido tradicionalmente, a partir de la segunda mitad del siglo pasado, un país “expulsor” de ciudadanos, fundamentalmente de los más jóvenes, pero con ciclos cambiantes en cuanto al destino y perfil de los que emigraron, tanto por las condiciones internas como las que se presentan en el exterior, que deben conjugarse y obran como catalizador o factor de enlentecimiento del fenómeno.
Durante décadas, decenas de miles de uruguayos emigraron a la Argentina y en menor medida a Brasil, es decir en una corriente de carácter regional en la que hubo una gran diversidad de situaciones, en muchos casos tratándose de personas jóvenes y no preparadas, que buscaron en la otra orilla oportunidades laborales que no eran de fácil acceso en el Uruguay.
Con los años, y sobre todo en el período en que Estados Unidos no exigía visa para el ingreso de los uruguayos, se generó una verdadera sicosis migratoria que llevó a que decenas de miles de compatriotas entraran como turistas al país del norte y se quedaran para trabajar con sus respectivas familias o en solitario, para luego enviar por sus familiares y muchas veces convencer a sus amigos de que hicieran lo mismo.
También España ha obrado como un verdadero imán por razones de idioma y costumbres, y en menor medida Italia y otras naciones europeas, de la misma forma en que en su momento también hubo fuertes migraciones hacia Australia, pero con un marco distinto que en cuanto a la emigración regional, desde que se ha tratado de ciudadanos de un contexto socioeconómico diferente, con determinado grado de preparación y capacitación.
El escenario cambió, igualmente, a partir de setiembre de 2001, con los atentados a las torres gemelas, con la exigencia de visa para ingresar a Estados Unidos, la xenofobia en los países europeos que derivó en que se introdujeran exigencias cada vez más severas para los viajeros hacia España y otras naciones europeas. Pese a todo, todavía miles de personas seguían emigrando anualmente, lo que no se revirtió pese al advenimiento del Frente Amplio al gobierno, lo que da la pauta de que las expectativas laborales adversas no habían cambiado pese a esta circunstancia.
Pero indudablemente, el mayor golpe de efecto de este período ha sido la crisis financiera internacional, que ha sido determinante para que creciera drásticamente el desempleo en los mayores receptores de emigrantes uruguayos –Estados Unidos y España-- e incluso incidiendo para que muchos emigrantes resolvieran volver al país de origen al cerrarse espacios para los trabajadores extranjeros.
No puede obviarse, por lo tanto, que en esta complejidad y multicausalidad, mucho más que los factores internos, las condicionantes de los países receptores constituyen el elemento que ha frenado el proceso emigratorio. Ello da la pauta de que más que nunca es preciso seguir trabajando con ahínco en generar oportunidades a lo largo y ancho del país para retener dentro de fronteras a nuestros ciudadanos, sin depender de los avatares externos.
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