Paysandú, Martes 26 de Enero de 2010
Opinion | 22 Ene En menos de lo que canta un gallo el presidente venezolano Hugo Chávez dispuso una maxidevaluación de la moneda de su país, el bolívar, aunque con la salvedad de la adopción de dos tipos de cambio, es decir una medida nada recomendable y que se presta la especulación, al mercado negro y a las “avivadas” con la complicidad directa o indirecta de funcionarios del gobierno.
La maltrecha economía venezolana –un escenario que parece increíble por tratarse de una nación que nada en petróleo-- hizo que el mandatario y su equipo de conducción económica optaran por modificar la paridad cambiaria, en un cambio radical de las reglas de juego para importadores y exportadores, pero sobre todo también para el escenario interno, que sin dudas se verá impactado con un aumento general de precios o mercado negro en el país que precisamente tiene el dudoso “honor” de tener la inflación más alta de América Latina.
Ocurre que para poner en práctica esta medida sin afectar en grado extremo los precios internos, Chávez optó por fijar dos valores para del dólar, manteniendo el anterior para una serie de importaciones “a dedo”, es decir determinando cuales son las que mantendrán sus precios y cuales las que se encarecerán notablemente. De acuerdo a su particular óptica, los quesos son un “artículo de lujo” –aprendan los dietistas-- del que pueden prescindir perfectamente sus compatriotas, desde que para las importaciones de este producto la divisa se cotiza a un precio de 4,30 bolívares, es decir duplicada por efectos de la maxidevaluación.
Esta medida impacta negativamente en la producción uruguaya de quesos, incluyendo a la fábrica local Pili, que coloca gran parte de su producción en ese país caribeño, que a la vez importa el 60 por ciento de sus quesos desde Uruguay. En los últimos tres años nuestro país vendió doce mil toneladas anuales a este mercado por valor de unos 60 millones de dólares, pero esta devaluación implica que el producto debería llegar a duplicar su valor para el consumidor venezolano, lo que supondría una fuerte reducción en el consumo.
Empero, para el presidente Chávez es posible silbar y comer gofio al mismo tiempo, porque mientras por un lado encarece el producto de importación, paralelamente no permite que aumente el precio del queso en el mercado interno, lo que lisa y llanamente hace prohibitiva la operación, salvo que todos los que participen tengan vocación de fundirse.
Pero sobre todo, más allá de este episodio en particular, el aspecto en juego es la incertidumbre y la volatilidad de la política de Venezuela, que aspira a convertirse en socio integrado al Mercosur y que como “tarjeta de presentación” pone de relieve de entrada –por si alguien tenía alguna duda– poca y ninguna fiabilidad para sus socios, cuando se despacha con esta medida impresentable.
Algo similar hizo Brasil en su momento cuando en 1999 devaluó su moneda, aniquilando la industria exportadora argentina lo que provocó la mayor crisis económica de la historia en Uruguay en 2002. Con esta nefasta experiencia lo que menos precisa el vapuleado Mercosur, además de la injerencia política en sus decisiones, es incorporar un elemento más de desajuste, distorsión e imprevisibilidad.
Más aún, mientras el gobierno de Chávez adopta medidas proteccionistas para una producción que no tiene, y pretende poner coto a una inflación que ha contribuido a desatar con sus políticas a contramano del sentido común, también usa como fusible a su ministro de Energía, al que culpa de pretender imponer restricciones en el uso de electricidad que él mismo había impulsado, como una contribución solidaria del ciudadano ante la crisis de su país, de la misma manera en que antes había hecho con el uso del agua potable.
Insólitamente, en un país donde se produce poco y nada, donde lo único que abunda es el petróleo y la pobreza de amplios sectores de la población, el revolucionario mandatario bolivariano ni siquiera ha tenido el buen tino de aprovechar las ventajas comparativas de disponer de este energético para por lo menos contar con generadores térmicos de respaldo de bajo costo de producción, de forma de más o menos cubrirse de avatares como la sequía que ha padecido todo este tiempo.
Pero eso sí, lejos de ver la viga en el propio, el coronel Chávez, en su afán de protagonismo internacional, tiene la osadía de dictar lecciones de Economía y buen comportamiento, al punto de advertir al reciente mandatario electo chileno, Sebastián Piñera, que se ocupe de resolver los problemas de su país y no se meta con Venezuela, al punto de advertir que “esperamos que Piñera no pretenda convertir a Chile en otra plataforma de ataque a Venezuela”.
Y lo dice quien está todo el tiempo metiéndose de los temas internos de todo país que se le cruce. Daría para la risa, si no fuera que pretende que hay muchos se lo toman en serio y hasta le aplauden sus delirios.
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