Paysandú, Martes 26 de Enero de 2010
Opinion | 24 Ene El jueves quedó integrado finalmente el cuarto grupo de trabajo promovido por el gobierno electo a efectos de establecer coincidencias en lineamientos con representantes de los partidos de oposición sobre grandes áreas de interés general, una idea que no es original pero que siempre abre una cuota de moderada expectativa en cuanto a la posibilidad de llegar a realizaciones en plazos razonables.
Es cierto, cada vez que asume un nuevo gobierno se abre un margen de crédito, tanto para quienes tienen la mayoría como para la oposición, en cuanto a que esta vez el sistema político va a estar a la altura de las circunstancias y se promuevan políticas que tengan tras de sí el mayor respaldo posible, de forma que quien tenga la mayoría tras cada acto electoral no imponga su manera de ver las cosas por sobre todos los demás, en un proceso de nunca acabar cuando cada cinco años se rehacen las cosas como si el mundo recién empezara.
En este caso el presidente electo José Mujica ha instruido directamente a los representantes del Poder Ejecutivo en las comisiones sobre cuatro grandes temas, a tener los oídos abiertos y estar dispuestos a recibir opiniones sin preconceptos, que es precisamente la llave para que por lo menos en estos grupos de trabajo se exploren líneas para concretar coincidencias que luego se traduzcan en proyectos viables y sobre todo que trasciendan un período de gobierno, como se hace en los países en serio.
La última comisión en instalarse fue precisamente la de energía, un tema que tiene la particularidad de poder descontextualizarse de la veta ideológica, para discurrir una discusión transversal entre los representantes del oficialismo y la oposición, desde que no hay de por medio impedimentos visibles desde el punto de vista de fundamentalismos de soporte ideológico.
Es cierto, en todo ámbito donde haya libertad de expresión y se vuelquen opiniones sin ataduras hay espacio para las diferencias, pero es mucho más fácil acordar que cuando se tienen condicionamientos que van más allá de los aspectos técnicos y sujetos a simpatías ideológicas y solidaridades que nada tienen que ver con el interés general y sobre todo con el futuro del país.
En el caso de la energía, por ejemplo, no puede haber dos opiniones respecto a la necesidad de reducir dependencia y vulnerabilidad a través de la reconversión a energéticos renovables y con uso de materia prima nacional, que es una premisa que trasciende a los partidos y que debería evolucionar hasta ser una política de Estado, en el menor plazo posible.
Para ello se necesita igualmente voluntad política a efectos de promover y alcanzar acuerdos mínimos que puedan cumplirse cualquiera sea el gobierno de turno, un aspecto que es común sobre todo en naciones desarrolladas –por algo lo son-- pero que no ha podido instrumentarse en nuestro país por deficiencias de nuestro sistema político, en el que solo se piensa en la próxima elección, salvo excepciones como la Ley de Desarrollo Forestal, aprobada hace veinte años y que permitió el desarrollo de esta explotación en dos décadas a partir casi de cero.
Pero en el caso de la energía están planteadas todas las condiciones para que las cosas se den de distinta forma a lo que ha ocurrido como constante y, en alguna medida, lo señaló en este ámbito el director nacional de Energía, Ramón Méndez, al subrayar que el objetivo es avanzar en una política consensuada de largo plazo.
Así, los cuatro partidos acordaron una agenda común y un cronograma de trabajo hasta marzo, cuando se presentará un documento preliminar con puntos de acuerdo y las eventuales diferencias, y de acuerdo a lo manifestado por Méndez a El País, “fue una sorpresa muy interesante que por lo menos en la agenda coincidiéramos totalmente, al menos en los temas a discutir”.
No hay mucho para inventar en esta problemática, desde que los grandes espacios refieren al marco institucional del tema energético, la oferta energética en el país –incluyendo el polémico capítulo de la energía nuclear-- y la demanda de energía, a partir del “cómo y dónde”, que no es un aspecto menor, teniendo en cuenta requerimientos desde el punto de vista social.
Un escenario de diálogo, desprovisto de imposiciones y condicionamientos es siempre un buen punto de partida y es de esperar que, como en tantas otras oportunidades, de la expectativa no se pase a la frustración por el incumplimiento de acuerdos, como lamentablemente ha ocurrido hasta el presente.
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