Paysandú, Miércoles 27 de Enero de 2010
Opinion | 23 Ene Los piqueteros de Gualeguaychú no las tienen todas consigo a medida que se ha ido desgastando el método de “lucha” contra las plantas de celulosa, desde que más allá de grupúsculos radicalizados que mantienen una insólita guardia para evitar que sus propios compatriotas crucen a Uruguay por el puente General San Martín, el piquete no cuenta con ningún apoyo popular e incluso hay acciones para procurar su levantamiento en la propia Gualeguaychú.
La medida absolutamente ilegal y contra todo sentido común, que es nada menos que impedir por la fuerza el cruce por un puente internacional, violando abiertamente el artículo 1º del Mercosur, que asegura el libre tránsito de bienes y personas, fue burlada hace pocos días, en pleno recambio turístico de temporada, por más de 160 vehículos que hicieron un by pass al corte, al ingresar a un campo particular por un portón y salir a un camino que los dejaba a pocos kilómetros del puente para cruzar a Uruguay.
Cuando los activistas se dieron cuenta, ya el bloqueo había sido vulnerado y no les quedó más que mascullar rabia porque sus propios compatriotas, hartos de los atropellos y lesiones a sus derechos, buscaron alternativas para burlar la medida de fuerza, en este caso con el apoyo de los dueños del establecimiento “Don Elías”.
Por supuesto, los piqueteros pusieron el grito en el cielo y calificaron como “traidores” a quienes intervinieron y quienes se prestaron para la maniobra, en su óptica absolutista de que son los dueños de la razón, y que quien discrepa con su medida “democrática” tomada entre cuatro irracionales es simplemente un títere de intereses extranjeros y de quienes avasallan y explotan a los pueblos de América Latina.
Y como tienen “patente de corso” no solo resolvieron montar una guardia adicional frente al campo, para la que ya no tienen gente, sino que también trabajaron de “pesados” a los dueños del establecimiento para que dejaran de facilitar el paso a quienes pretendían evitarse casi trescientos kilómetros más -y varias horas de espera- para cruzar a nuestro país.
Estas acciones revelan, por si alguien tenía alguna duda –muy difícil ya a esta altura-- que los fundamentalistas no entienden más razones que las suyas y que se agravian cuando alguien no está dispuesto a ser permanentemente maltratado y vulnerado en sus derechos, porque consideran que cualquier método les está permitido para hacer valer su opinión, que es la única que cuenta.
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