Paysandú, Viernes 29 de Enero de 2010
Opinion | 29 Ene Recientemente dábamos cuenta a través de nuestras páginas que Paysandú se ha consolidado como el departamento con mayor producción de arándanos del país, al punto de haber alcanzado en la última zafra al 55 por ciento del total exportado de esta fruta, que tiene un mercado interno muy reducido y que solo justifica la inversión por la demanda internacional de la baya.
Los emprendimientos implantados en Paysandú representan aproximadamente el 25 por ciento de la superficie total de 800 hectáreas de blueberry que se cultivan en el país, lo que indica que se obtuvo un rendimiento muy por encima del que se dio en otros lugares, sobre todo el sur del país, que fue precisamente la zona en la que se inició este cultivo en contraestación con el Hemisferio Norte.
Ocurre que lentamente el grueso de las inversiones se ha trasladado hacia el Litoral Norte, debido a ventajas comparativas en materia de suelos y de clima, lo que deriva en que sin desmedro de la calidad de la fruta la cosecha se levante considerablemente antes que en el sur, lo que repercute positivamente en los precios que se obtienen en los mercados consumidores.
No debe perderse de vista que los arándanos de esta zona ingresan a Estados Unidos y Europa cuando ya ha desaparecido la fruta fresca de estación, lo que permite obtener mejores cotizaciones, sobre todo en las primeras partidas, los que se van reduciendo a medida que ingresa el grueso de la producción de otros países del Hemisferio Sur que producen con el mismo objetivo.
El cultivo del arándano es relativamente nuevo en el Uruguay, pero existe ya experiencia de muchos años en Chile y Argentina, donde incluso se han logrado avances muy significativos en materia de biogenética, que se ha provechado en el Uruguay para a la vez adaptar especies a nuestros suelos y clima, lo que da la pauta de que se ha creado una infraestructura en apoyo técnico que se agrega al aporte positivo en materia de demanda de mano de obra zafral.
Cuando se mencionan cifras concretas, con una exportación de cerca de 600.000 kilogramos de arándanos desde Paysandú, no puede obviarse el impacto que ha significado a la vez para zonas rurales sanduceras la implantación de cultivos de esta fruta, que a diferencia de otras explotaciones de nuestros campos, como la pecuaria, es un fuerte demandante de mano de obra en la recolección de la cosecha, y también requiere durante todo el año el empleo de personal para el cuidado de las plantas, además del que se emplea en las plantas de packing en la zafra.
Las inversiones volcadas en Chapicuy, Constancia, Quebracho y Valdez, a la vez, tienen la particularidad de que han evolucionado hasta constituirse en polos de desarrollo locales en áreas del interior profundo en las que precisamente se necesitan imperiosamente oportunidades laborales para mejorar la calidad de vida de hombres y mujeres de nuestros campos.
A la vez, en los emprendimientos mencionados el común denominador es que se han generado en zonas donde también se explotan montes citrícolas, que tienen la particularidad de complementarse en el tiempo en cuanto a demanda de mano de obra en la zafra, desde que cuando termina la recolección de citrus comienza la de arándanos, y existe a la vez la posibilidad de extender el pleno empleo durante todo el año cuando en la misma zona se explote la vid, cuya zafra se da en el verano.
Este esquema no es una solución mágica ni mucho menos, pero forma parte de la respuesta que requiere el interior rural para revertir un proceso emigratorio desde nuestros campos hacia las ciudades, que en gran medida se ha enlentecido en las áreas circundantes a los polos de desarrollo, como es el caso también de las implantaciones forestales.
Paysandú cuenta con explotaciones de ambos perfiles que han tenido carácter revulsivo en sus respectivas áreas de influencia e incluso en algunas localidades se ha llegado al desempleo cero, lo que indica que promover la inversión privada, con mente abierta a los cambios de los mercados y detectar oportunidades en el mundo globalizado, es vital para cambiar la pisada en el interior profundo.
Es a la vez imprescindible el aporte del Estado en su rol de catalizador de estas inversiones a través de estímulos a los capitales de riesgo que se radiquen al norte del río Negro, con el complemento de incorporar infraestructura y servicios, en una apuesta al futuro que dará muy buenos dividendos tanto desde el punto de vista social como económico.
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