Paysandú, Viernes 05 de Febrero de 2010
Locales | 05 Feb Promediando la semana partimos con destino hacia el este del departamento. En esta oportunidad a la ciudad de Guichón. Esa mañana el teléfono celular timbró un poco más temprano que de costumbre. Era Lilia --una de las compañeras de redacción-- que nos pasó el dato sobre los daños que había provocado la tormenta de la madrugada en algunas zonas rurales. Es que desde la noche anterior una fuerte tormenta de lluvia y viento había castigado duramente gran parte del litoral oeste uruguayo y nuestro departamento sufría las consecuencias, con severas anegaciones en barrios y en los sistemas de desagües. El destrozo en Guichón y centros poblados ubicados sobre las rutas 4 y 90 había sido importante.
En ruta 90 el desborde del arroyo Guayabo Chico, a la altura del centro termal Almirón y un espejo de agua formado en las cercanías al paraje La Volanta cubrieron dos tramos de la ruta por un considerable tiempo, impidiendo el cruce de todo tipo de transporte, incluyendo los de mayor porte. Desbordes que según los vecinos, provocaron por primera vez cortes en la ruta 90.
Como siempre ocurre en estos casos, tomando las previsiones emprendimos el viaje. El tránsito vehicular era escaso, y solo se veían algunos camiones cargados con rolos de madera. En tanto lo estrecho del trazado asfáltico, la escasa señalización vertical y horizontal y el mal estado en algunos tramos de la ruta, se sumaban al riesgo de circular sobre una ruta anegada. En determinado momento un gris intenso nos advirtió que las lluvias no tardarían en regresar. Los truenos y un cielo que parecía “venirse abajo”, fueron las últimas señales. Pocos metros más adelante se descolgó un fuerte chaparrón. Una lluvia intensa redujo la visibilidad casi a cero. Las ramas de los árboles esparcidas sobre la ruta, las banquinas cubiertas por completo por el agua y el azote de las ráfagas de viento aumentaban los riesgos de un accidente, por lo que optamos por armarnos de paciencia y reducir la velocidad a paso de peatón. En tanto, en Guichón teníamos acordadas tres entrevistas, una de las cuales con Danny Silveira, secretario de la Junta local, que nos pondría al tanto de la situación. Aunque con retraso, logramos concretarla y los datos que nos aportó no fueron muy alentadores.
El recorrer Guichón nos terminó de confirmar la magnitud de los daños sufridos. A nuestro regreso y tras una breve visita al centro termal Almirón comprobamos el impacto de la crecida; infraestructura de la zona de camping destruida, sala de calderas y de filtros del agua termal anegada, destrozos en planta potabilizadora y la caminería interna habían sufrido severos daños. Durante el tiempo que estuvimos en el lugar la lluvia no cesó. El cielo cargado de enormes nubes parecían adelantar el anochecer. Recién al arribar a Piedras Coloradas comenzó a despejarse nuevamente. Tormentas recurrentes, intensas y copiosas. Altas humedades y elevadas temperaturas – lógicas de la estación de verano – resultan la combinación perfecta para que las lluvias visiten más seguido esta parte del territorio nacional. En este nuevo escenario, parece que los habitantes de la franja litoral oeste de Uruguay tenemos que acostumbrarnos a esta nueva modalidad climática.
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