Opinion | 02 Feb Luego de muchos reclamos, interminables esperas y lógicos incidentes, el puente internacional “General Artigas” habilitó nuevas casetas de control y otorgó mayor fluidez a los trámites de migraciones, necesarios para atravesar el tendido. Estas obras, reclamadas en más de una oportunidad desde estos párrafos de opinión, satisfacen el anhelo de miles de turistas y significan un importante impulso para el turismo regional, por años obstaculizado por la ineficiencia de un sistema pensado e instrumentado para otros tiempos y muy diferentes circunstancias. De acuerdo a lo consignado por nuestros cronistas, la habilitación de estas nuevas instalaciones repercutió inmediatamente en la dinámica del tendido, traduciéndose en una significativa reducción de los tiempos de espera, que hasta no hace mucho podían llegar a las diez horas.
Si bien se trataba de una circunstancia harto evidente que además generaba un profundo malestar en los turistas, la reacción de las autoridades responsables de revertir la situación fue algo tardía. Pasaron varios veranos con la operativa de migraciones literalmente colapsada para que finalmente se impulsara una alternativa para atender la emergencia. Las necesidades de una industria turística en permanente expansión no pueden supeditarse a los intrincados mecanismos burocráticos. La respuesta ante la coyuntura debe ser expeditiva, eficaz, de ninguna manera puede ser el resultado de la urgencia ni una reacción in extremis. Las demoras en el puente pueden, de mantenerse en esta línea, convertirse en parte del pasado, pero todavía quedan problemas por solucionar. Los camiones varados durante días en los accesos al tendido es una circunstancia señalada hasta el hartazgo y que debería mitigarse con la construcción de instalaciones adecuadas, pero por el momento todo se diluye en proyectos. Es tiempo de consolidar políticas y dejar de actuar sujetos a la urgencia, porque las circunstancias pueden volver a tomarnos por sorpresa.