Paysandú, Domingo 07 de Febrero de 2010
Opinion | 06 Feb Una delegación del Banco Mundial, de visita en Uruguay, se reunió recientemente con el presidente electo José Mujica, a efectos de analizar con el próximo jefe de Estado y su elenco los aspectos económicos, sociales y productivos de Uruguay y conocer, de primera mano, el rumbo que adoptará la segunda administración del Frente Amplio en áreas vitales.
En este encuentro Mujica destacó que las políticas sociales, con énfasis en la educación y la reforma del Estado como una transformación cultural, serán la prioridad del nuevo gobierno, a la vez de señalar que nuestro país necesita definir y consolidar su crecimiento para mejorar la calidad de vida de su gente y colaborar con el desarrollo de la región.
Los jerarcas del organismo internacional, si bien manifestaron confianza en la estabilidad institucional y la evolución de la economía uruguaya, hicieron la salvedad de que no siempre un mayor gasto implica elevar el nivel de la enseñanza, y precisamente advirtieron que este escenario es el que se dio en el Uruguay, desde que pese a que en el último quinquenio se multiplicó por cuatro el presupuesto de la educación pública, llegando al 4,5 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI), con más de 1.500 millones de dólares, este mayor gasto no se reflejó en una mayor calidad de la enseñanza.
Este es el punto que ha sido el talón de Aquiles de la política gubernamental en materia de educación, desde que el Poder Ejecutivo se allanó a los reclamos de los sindicatos de la enseñanza y sectores radicales del propio Frente Amplio, respecto a volcar más recursos a la enseñanza hasta llegar al número mágico —para los gremios—del 4,5 por ciento del PBI.
El gobierno cometió el error garrafal de entregar estos recursos sin ninguna condición, sin a la vez establecer parámetros mínimos para determinar si este dinero se empleaba correctamente en el aspecto sustancial, es decir elevar el cada vez más alicaído nivel de la educación.
No es un tema menor, porque esta graciosa concesión del Poder Ejecutivo se hizo con el dinero de todos los uruguayos, los que merecen otra consideración y sobre todo una rendición de cuentas sobre el destino que se le da al dinero que no sin mucho esfuerzo vuelcan en las ventanillas de los organismos del Estado.
En este caso el haber multiplicado por cuatro el presupuesto ha significado dilapidar dinero en aspectos accesorios, sin siquiera mejorar infraestructura y mucho menos el nivel docente de las áreas a las que se destinó el dinero. Ello indica que se optó por cumplir con los sindicatos antes que con la ciudadanía que desde hace muchos años está reclamando por una enseñanza a tono con las exigencias del mundo moderno, y muy lejos de la abstracción y la prescindencia con que se actúa en varios de sus ámbitos, con un marcado ausentismo docente, sin llamados a responsabilidad ni asumir los reales problemas.
Por otra parte, no son pocos los que consideran que contrario a lo que se esperaría, el nivel educativo en lugar de mejorar, ahora está peor, porque siguiendo los lineamientos ideológicos del gobierno se priorizó la inserción estudiantil por sobre la calidad de la enseñanza. Para lograr este objetivo se condicionó la ayuda económica a la asistencia en el aula, con lo que solo se logró saturar escuelas y liceos de alumnos que lo que menos les interesa es el estudio. Mientras, se redujeron los conocimientos mínimos aceptables para pasar de grado a los de un neandertal –aunque ahora tecnificado con computadora XO--. Ahora no importa si el joven liceal no sabe escribir o leer fluidamente, no sabe historia si no está en la Wikipedia de Internet o desconoce la tabla del 2, porque lo importante es que concurra a su centro de estudios, así sea a aprender murga. Esta conjunción negativa solo sirvió para desestimular a aquellos compañeros que sí quieren estudiar y superarse, y los que no, vieron limitada su preparación al nivel más básico e inaceptable.
Es cierto, no va a ser una tarea fácil revertir este panorama, porque debe tenerse en cuenta que los centros de enseñanza reflejan los cambios que se han registrado en la sociedad, y la degradación de valores comprende tanto el ámbito estudiantil como el docente, por lo que la respuesta no puede provenir de un solo origen, para tener por lo menos alguna expectativa fundada de lograr cambios en un plazo más o menos mediato. Pero las expectativas pasan a ser menos pesimistas si tenemos en cuenta que el presidente electo ha sido uno de los mayores críticos de este estado de cosas, y reconocido que el aumento de los fondos aportados a la educación no dieron ni por asomo los resultados esperados. Este es el gran desafío que se alza ante Mujica y su fuerza de gobierno, para que la reforma educativa no corra la suerte de la “madre de todas las reformas” del Estado que anunció el presidente Tabaré Vázquez, que quedó solo en eso.
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