Paysandú, Viernes 12 de Febrero de 2010
Opinion | 10 Feb El planteo de la Juventud del Partido Socialista y de jóvenes de la Vertiente Artiguista para legalizar el autocultivo de marihuana no entusiasma a la izquierda ni a la Junta Nacional de Drogas, en tanto en la bancada de la fuerza de gobierno no hay disposición para acompañar la iniciativa de los grupos de jóvenes en este tema.
Según da cuenta El País, en la Junta Nacional de Drogas no ha caído bien este planteo, y según el presidente del organismo, Milton Rompani, “este es un tema que ya se ha discutido en otro momento y que sería bueno que se busque cuáles fueron los fundamentos en cuestión para no legalizar”. Acotó que “la marihuana es como todas las drogas, algo que hace daño y fumarla es perjudicial para la salud y el argumento de que no hace nada no es válido”, y propuso a su vez que cuando el tema se discuta en la comisión legislativa se analicen aspectos científicos y de política criminal.
Esta problemática no ha sido objeto de un estudio profundo en base a la realidad del país, pero según el promotor de la idea, el diputado suplente Nicolás Núñez, la propuesta de legalización del autocultivo de marihuana que presentará en marzo en el Parlamento constituye una preocupación significativa de los jóvenes socialistas, dado que la legislación vigente no sanciona el consumo personal pero sí la venta.
La primera reflexión que surge a partir de esta inquietud es si realmente no existen problemas de real magnitud para los jóvenes en el Uruguay antes que preocuparse por lograr que se pueda promover como un hecho positivo que cada uno pueda cultivar marihuana para su uso, desde que por más que se haga hincapié por los interesados en que se trata de una droga “blanda”, no puede obviarse que se trata de un alucinógeno y que por lo tanto en mayor o menor medida produce un estado de enajenación mental y afectación de sentidos, lo que no es un tema menor. Y desde el punto de vista político, sobre todo poniéndose en la piel de los integrantes de la fuerza de gobierno, esta inquietud aparece en franca colisión con la postura del presidente Tabaré Vázquez, plasmada en una ley, para reducir el consumo de tabaco por razones de salud, prohibiendo incluso este hábito en ambientes cerrados, cuando por otro lado los socialistas quieren legalizar el autocultivo de marihuana.
Hay actores políticos que consideran que mediante esta “legalización” se eliminaría un mercado negro de venta de marihuana, ante una legislación que pena el narcotráfico pero no el consumo, por lo que los consumidores tendrían mayores garantías respecto a la calidad del estupefaciente y no caerían en redes con bocas de salida que entregan droga impura y con manipulación que pueda poner en riesgo la salud de los adictos.
Este razonamiento tiene flancos débiles y muchos más elementos en contra que a favor, empezando por llevar implícito el mensaje de que al drogarse con estupefacientes de “primera calidad” no se corren riesgos y que el problema no está en drogarse sino en quienes hacen negocio con las debilidades de otros.
Es decir, que se intenta trasladar el eje del problema, cuando éste radica en la necesidad del consumidor de sustraerse al mundo real para buscar evasiones mentales que no pueden conducir a nada bueno, en tanto no puede soslayarse que la marihuana, considerada inofensiva por quienes la consumen, es una puerta de entrada a estupefacientes más “duros” como la destructiva pasta base, desde que hay un delgado límite que es muy fácil traspasar cuando se está sobre todo en un estado de confusión mental.
La directora del Portal Amarillo, Susana Grunbaum, consideró que la legalización del cultivo de marihuana para consumo personal “es un paso que hay que dar”, aunque advirtió que será necesario aprobar una reglamentación para “evitar que se fomente el consumo, porque ese no puede ser el mensaje” que se brinde a la población con una medida de esas características, indicó la especialista.
Ocurre que precisamente la medida en sí ya es un mensaje, sobre todo para jóvenes de ámbitos sociales en los que la formación cultural y degradación de valores los hace presa fácil de costumbres y “modas”, y donde el tránsito hacia drogas más peligrosas es un paso más común de lo que pueda creerse.
Ello da la pauta, por si había alguna duda, que en lugar de dedicarse a buscar mecanismos para la liberalización de la marihuana, debería ponerse énfasis en diseñar y elaborar políticas que permitan alejar a los jóvenes de toda droga, mediante la promoción de la capacitación, la inserción laboral, el deporte y la organización de actividades que ocupen la mente y el físico en acciones útiles, para alejarlos del ocio y el desinterés que prohiban estas costumbres.
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