Paysandú, Sábado 13 de Febrero de 2010
Opinion | 13 Feb El reciente asesinato a puñaladas de una joven señora en la vía pública en nuestra ciudad pone de relieve una vez más una problemática de violencia que se ha instalado en nuestra sociedad, sobre todo a partir de los últimos años. No solo refiere al ámbito doméstico, pero en este aspecto en particular también ha surgido como elemento adicional positivo que las víctimas se animen a denunciar hechos que antes se mantenían ocultos y que solo salían a luz cuando las cosas pasaban a mayores.
Siempre se está ante la tentación de reducir el problema a dos o tres causas concretas, pero la realidad es mucho más compleja y estamos ante una multicausalidad que genera una masa crítica en determinado momento, ante determinadas circunstancias, lo que no hace fácil trabajar en la prevención, que es el ideal a alcanzar.
Es decir, resulta fundamental para las unidades especializadas procesar las primeras denuncias y buscar todos los mecanismos legales al alcance para proteger a las víctimas, lo que tropieza con obstáculos de recursos humanos y materiales, en primer lugar, pero también con obstáculos desde el punto de vista legal y de instrumentación de las disposiciones de los magistrados.
En el caso de las últimas horas se contaba con denuncias previas y antecedentes, incluyendo disposición judicial cautelar para que el victimario no se acercara a la mujer, todo lo cual sin embargo no permitió evitar el fatal desenlace, que dejó a niños desprotegidos y familias destrozadas.
Por supuesto, la prevención debe empezar en el núcleo familiar de cada uno, desterrando prácticas violentas que suelen transmitirse a los niños y causan profundos traumas que se llevan de por vida, y ello incluye trabajo paciente desde ámbitos como la educación fundamentalmente, pero que luego deben extenderse a todos los círculos de la sociedad, desde que hay una tendencia a tolerar cada vez menos la frustración, a querer tenerlo todo en determinado momento y a la vez sentirse dueño absoluto de la razón.
Pero además, una vez instalada la situación de violencia, ante la primera denuncia, por lo menos debería disponerse una evaluación sicológica al agresor, así como adoptarse medidas de disuasión y advertencia realmente eficaces. Por ejemplo, hacer sentir al golpeador que está identificado y vigilado, y hacer que se presente dos o tres veces por semana, durante varias horas, en la seccional policial, causándole realmente inconvenientes, para que no se sienta impune en su condición de golpeador. Y esto solo para empezar a hacer algo al respecto.
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