Paysandú, Domingo 14 de Febrero de 2010

Nadie es perfecto

De cómo me salvé de la “Snowpocalypse”

Locales | 07 Feb (Por Enrique Julio Sánchez, desde Estados Unidos). La Casa Blanca ahora está más blanca. El Mall, el más famoso parque de Washington D.C. también está cubierto por un manto blanco. Lo mismo que toda la región. La mayor tormenta de la temporada, con fuertes vientos e intensas nevadas, azotaba en las últimas horas la capital de Estados Unidos y sus áreas circundantes, causando al menos dos muertos y prácticamente paralizando la región.
Con vientos de casi 90 kilómetros por hora, muchos lugares acumulaban más de 60 centímetros de nieve, mientras los árboles caídos generaban cortes de luz y bloqueos de caminos. La tormenta fue denominada con un nombre muy especial, mejor dicho dos: para algunos, “Snowpocalypse”; para otros “Snowmageddon”, en referencia a un “apocalipsis de nieve”. Se extendía desde los estados de Indiana a Pensilvania y partes de Nueva York y Carolina del Norte y creaba peligrosas condiciones de viaje, así como la cancelación de vuelos en los aeropuertos de la zona de Washington y declaraciones de emergencia.
En el norte de New Jersey, la tormenta era también esperada, con tensión y preocupación. Especialmente entre aquellos que trabajamos haciendo “deliveries”, y particularmente entre los repartidores de diarios, pues debemos cumplir con la entrega de los periódicos sin importar las condiciones meteorológicas, de acuerdo al contrato que firmamos.
Recorrer las rutas de periódicos con varias pulgadas de nieve no solamente es algo muy díficil, sino peligroso, tanto para el vehículo como para los conductores, pues una mala maniobra, un mal cálculo, un poco más de nieve aquí o allá, un poco de nieve más blanda que en el resto y cosas por el estilo, pueden terminar con el vehículo contra un árbol, un poste o dentro de una zanja, y con nuestros huesos golpeados. O peor.
Durante toda la semana pasada los meteorólogos fueron incrementando su nivel de advertencia ante lo que parecía una inevitable tormenta, que dejaría en el norte de New Jersey entre 5 y 25 centímetros de nieve acumulada y que precisamente comenzaría a caer durante la noche del viernes al sábado, por lo que se esperaban pésimas condiciones de tránsito durante la madrugada sabatina, precisamente cuando los diarios deben ser entregados en las entradas de garaje de los clientes.
El viernes, preparándome para lo que parecía una noche de Armagedón, cambié las cubiertas, los limpia parabrisas y el aceite del auto. Las pastillas de freno las había cambiado pocos días antes, así que están nuevas.
Llené el tanque con combustible previendo que, si caía mucha nieve, unas cuantas estaciones de servicio quedarían virtualmente cerradas. Y luego, la tensa espera. Cené en casa de la familia Marcovich. Mabel preparó milanesas con arroz y ensalada, mientras Eduardo veía la telenovela colombiana “El Capo” en You Tube.
Me acosté a las 10 de la noche, pensando en levantarme a la 1 de la madrugada, bastante más temprano de lo habitual, para preparar adecuadamente los diarios y tratar de salir cuanto antes del galpón donde se nos entregan los diarios, tratando de ganarle a algunas pulgadas de nieve.
Apenas pude dormir. La tensa espera pudo más. Hacía días que se venía pronosticando la “Snowpocalypse” y todos los repartidores habíamos compartido en las noches anteriores la misma preocupación.
Cuando el despertador tronó, me levanté rápidamente y miré por la ventana, esperando ver la nieve cubriéndolo todo. La primera sorpresa. Nada de nada. La nevada no había comenzado. Igual, me apresuré a mi lugar de trabajo y una vez allí trabajé con afán en embolsar los diarios, con dos bolsas cada uno. Finalmente, sobre las 3.40 de la madrugada, estaba listo para partir. Y la nieve aun no había llegado. Viente minutos después llegué al comienzo de mi ruta y ahí también llegó la nieve. Por las ventanillas abiertas del auto, la nieve helada se colaba haciendo vano todo esfuerzo del sistema de calefacción del auto.
No quedaba otra que seguir adelante, en medio de la nieve, la soledad y la preocupación. Pero con el paso de los minutos se hizo claro que la famosa “Snowapocalypse” se había desviado sin tocar el norte de New Jersey. Nevó, quizás una pulgada, pero no más, por lo que aunque con precaución y utilizando en algunas áreas los limitadores de velocidad del sistema de cambio automático para aprovechar una mayor tracción, la entrega de diarios pudo completarse con éxito.
Un locutor de la CBS New York había dicho algunas horas antes que “el fin del mundo comienza esta noche”, pero felizmente en el área donde vivo se suspendió sin aviso.
No ocurrió lo mismo en el área de Washington donde la nevada podría haber alcanzado 76 centímetros de nieve, lo que habría superado el récord de 71 centímetros en la zona, registrado en enero de 1992 en la tormenta “Gran Knickerbocker”, nombre derivado de la destrucción del teatro Knickerbocker de Washington, en el que murieron casi 100 personas. El fin del mundo se suspendió, la tormenta siguió al Atlántico sin pasar por la zona donde resido, aunque sí por otras cercanas. Suerte y alegría. Que siga así. Voto por el resto del invierno sin nieve. Voto por eso.


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