Locales | 12 Feb Correr hasta un lugar seguro fue la primera reacción que tuvo la familia Ruiz, mientras las chapas del techo de su vivienda de Mevir --en el kilómetro 33,500 de ruta 90-- eran arrancadas por la gran turbonada que castigó duramente gran parte del departamento. Martín atinó a tomar a su pequeña hija Ana Belén en brazos y correr junto a su esposa Ana Laura hasta el baño, el único lugar seguro de la casa, pues solo esa parte de la edificación cuenta con techo de hormigón; el resto está construido en chapa de zinc y cielorraso en madera. La chimenea de la estufa y el techo fueron expulsados a cientos de metros, cerca de la casa de su padre.
“Era alrededor de la una de la madrugada. Yo estaba en el baño y cuando salí escuché un tremendo ruido. Parecía la ráfaga de una ametralladora. Mi señora siempre le tuvo miedo a los vientos, pero con lo que nos pasó, seguramente con el próximo viento voy a ser yo el que corra primero”, comentó Martín Ruiz. En ese momento este productor de ganado solo pensó en su familia e intentó reaccionar lo más rápido posible. “Mi nena tiene cinco años, la tomé en brazos y con mi señora nos encerramos en el baño, porque se empezó a desclavar todo el techo con impresionante rapidez. Las chapas volaron por lo menos unos cuatrocientos metros y algunas cayeron cerca de la casa de mi padre. La chimenea fue lo más peligroso, porque la arrancó y la levantó enterita, picó en el suelo y cayó unos metros más adelante. En ese momento ni siquiera me acordaba que tenía reloj, pero creo que los vientos se mantuvieron por una media hora. Además parecía que nunca terminaba. Luego llamé a mis padres –desde el baño– y les pregunté cómo estaban. Mi padre esperó a que pasara el temporal y nos vino a buscar en su camioneta. Cuando salimos de la casa teníamos el agua por los tobillos, pero lo importante de todo esto es que todos salimos ilesos, porque los materiales se arreglan”, finalizó Martín.