Paysandú, Miércoles 17 de Febrero de 2010
Locales | 12 Feb Simpático y ocurrente, en su historia tiene interesantes anécdotas de un tiempo que recuerda con alegría y nostalgia. Don Anmensor Centurión Sosa, de 83 años, es un personaje único cuyo testimonio de vida no fue fácil obtener. El encuentro ocurrió uno de esos días en que la tormenta le bajó el ánimo a unos cuantos, incluido este noble paisano.
Nació en Valentín, departamento de Salto, y de un total de doce hermanos solo viven él y uno más. Es conocido por todos como “Tronco de Chilca” porque, según don Anmensor, “era bueno con todo el mundo”.
Gran parte de su vida trabajó como peón rural. Durante siete años desempeñó tareas en la estancia “María Altina” en Salto. Luego, tras la liquidación de bienes y el remate de la estancia, se trasladó al establecimiento de Rincón de Pérez donde trabajó durante 23 años como puestero. Algunos aseguran que en sus tiempos mozos fue muy buen cazador y envidiable pescador. Aunque don Anmensor asegura que lo único que cazaba era “la damajuana de tinto”.
No se muestra fanático de que los tiempos de antes fueran mejores, pero don Anmensor –que tiene siete hijos y nueve nietos-- dice que “para algunas cosas fueron buenos tiempos y para otras no tanto”. Recuerda entonces que su destreza campera le daba buenos resultados. Bañaba ganado, tropeaba y tenía la habilidad de cruzar los vacunos por el río Queguay, enlazados por una chaira tomada del hocico de cada animal. “Seguro, esa es una parte muy sensible del animal y como al cinchar les duele, se dejan llevar”, afirma.
Siendo hábil jinete, no siempre el destino le jugó a favor. Sufrió tres fracturas en su pierna derecha, la primera en la rótula y las dos siguientes en el fémur, con escasos centímetros de diferencia. Recuerda que en la segunda quebradura le llevó un año de recuperación y valora la muy buena atención que recibió del doctor Jorge Borsani: “él fue quien me curó y la verdad que el hombre se portó muy bien conmigo”. Se fracturó mientras efectuaba trabajos en la zona de la cuchilla, ocasión en que se le escapó una yegua con el recado puesto y estuvo toda una noche tirado sin asistencia. Recién al otro día un vecino llamado Carlos Suárez lo llevó a la ciudad para que lo pudieran atender.
“La tercera vez también se me dio por ir a buscar leña con una petisa mora que tenía, cuando atraqué para cargar voló un pájaro entre medio de las patas y el animal se asustó y me pasó por arriba. Estuve como tres cuartos de hora para ver si la podía agarrar y me metió para abajo del carro y me quebró”.
En la actualidad su vida transcurre al ritmo de un jubilado. “Por ahora la voy luchando. A veces ando algo desganado porque no puedo más del dolor de la pierna y otras veces ando un poco mejor”, sostuvo mientras el batir de palmas anunciaba nuevas visitas en aquella lluviosa tarde de verano.
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