Paysandú, Jueves 18 de Febrero de 2010
Locales | 14 Feb (Por Enrique Julio Sánchez, desde Estados Unidos). La segunda tormenta de nieve en pocos días azotó la semana pasada buena parte de Estados Unidos, afectando a cincuenta millones de personas, prácticamente un sexto de la población, llegando a lugares tan insólitos como Texas. Esta vez no hubo escapatoria, pues la nieve en el norte de New Jersey causó serios inconvenientes no solamente en el tránsito sino en otros aspectos de la vida cotidiana, como el suministro de electricidad.
Más allá de la nevada, los diarios debían ser distribuidos, por encima de las condiciones meteorológicas, pues así lo indica el contrato que cada repartidor firma. Pero ciertamente hacerlo en plena nevada no fue sencillo, más allá del deseo de cumplir con el trabajo. Porque en verdad cada repartidor estaba participando en un nuevo juego, el patinaje en auto, peligroso, muy peligroso.
Los servicios de limpieza de nieve estaban listos para actuar, pero generalmente el reparto de diarios llega antes que las calles sean limpiadas, por lo que directamente los autos de los repartidores son los que hacen las primeras huellas en ese blanco escenario.
Por otro lado, el viento derribaba ramas y hasta árboles en una zona donde precisamente hay muchos árboles sobre rutas y arterias. Una ruta que habitualmente se completa en una hora y tres cuartos, para cubrir 65 kilómetros, llevó más de 3 horas, plenas de tensión. Pero felizmente todo terminó sin grandes inconvenientes, en tanto la radio informaba de decenas de accidentes en las rutas de la zona, y de reducción obligatoria de velocidad en las autopistas, de los usuales 110 kilómetros por hora a 60 kilómetros por hora de máxima. La nieve siguió cayendo, con intermitencias de acuerdo a la zona, prácticamente durante todo el día, en tanto camiones y camionetas con palas mecánicas batallaban sin descanso procurando mantener transitables las calles de las ciudades.
Pero en realidad muchos pudieron quedarse en casa, desde que oficinas gubernamentales de todo tipo, de la enseñanza y miles de empresas y comercios privados permanecieron cerrados. Por la radio se emitía constantemente la recomendación: “Si su trabajo no es esencial quédese en su casa, no concurra hoy a trabajar”.
A la siguiente madrugada, de nuevo a repartir diarios, esta vez sin nevada pero con otro peligro suelto, el “hielo negro”, que se forma cuando el tránsito y los equipos de limpieza dejan restos de nieve que se convierte en agua pero que con el brusco descenso de la temperatura durante la noche se congela, transformándose en hielo, el mayor peligro
que un conductor de vehículos puede enfrentar durante el invierno. No hay realmente una receta para evitar trompos, derrapes o corridas a la banquina cuando hay “hielo negro”, solo encomendarse a la mejor suerte y tratar de adivinar donde se esconde el peligro.
Aun hoy, varios días después, grandes acumulaciones de nieve recuerdan la poderosa tormenta. En tanto, los predictores anuncian otra nevada para mañana lunes de tarde y noche. Más nieve, más dificultades, pero bueno, este es el invierno en esta parte del mundo. La caída de nieve puede parecer hermosa y hasta romántica para quienes la ven por televisión o cine o para los turistas, pero para quienes tenemos que continuar con nuestras vidas cotidianas, la caída de nieve es sin lugar a dudas fuente de temores.
Otra vez, muchos tendrán la suerte de no tener que salir de sus hogares, desde que se conmemorara el Día de los Presidentes, pero otros, tendremos que trabajar de todas formas. El reparto de diarios no es una tarea difícil ni se necesita un grado universitario para llevarlo adelante.
Pero, ahora caigo en la cuenta, es un servicio esencial. Pase lo que pase, el diario tiene que llegar a manos de los lectores. Corriendo los riesgos que sea necesario, tratando de usar el máximo de prudencia. Porque no solamente tiene que ser entregado hoy. También mañana. Y el día después.
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