Paysandú, Jueves 18 de Febrero de 2010
Opinion | 16 Feb Por nuestra propia idiosincrasia, los uruguayos somos naturalmente proclives a culpar de todo lo malo que nos sucede a terceros, y si esto no es posible, a las fuerzas de la naturaleza, a la suerte o al mismísimo Dios. Para nosotros las cosas jamás ocurren por imprevisión, inacción, por un trabajo mal hecho o que simplemente no se hizo. Esto es válido para la rotura del coche en plenas vacaciones pero que no recibe mantenimiento apropiado en todo el año y menos antes del viaje; el vencimiento de una cuenta que no se pudo pagar a tiempo porque nos enfermamos justo el último día de vencimiento –cuando se pudo haber pagado una semana antes--; la canilla que perdió agua durante un mes pero se viene a romper del todo al comienzo del fin de semana largo, y así sucesivamente.
En el Estado las cosas no son muy diferentes, quizás porque está integrado justamente por gente como uno, y por lo tanto conserva las mismas mañas. Solo que la escala de los problemas que se crean por esta “criollada” es mucho mayor y las consecuencias también.
A modo de ejemplo, hace más de 20 años se hablaba de los problemas que ocasionaría la forestación en los caminos, cuando comenzara a salir la producción hacia los puertos a mediados de la década de 2000. Ya se decía por aquellos tiempos que serían más de 600 camiones cargados de rolos que transitarían por la “ruta de la madera, que precisaría urgente atención para evitar colapsar con las nuevas cargas. Para prevenirlo se trazó un plan de actualización de estas rutas, que empezó a cumplirse tarde y jamás fue finalizado, quedando sin cumplirse en largos trayectos. Así, se hizo a nuevo la ruta 24 desde Fray Bentos hasta Tres Bocas, y la 25 desde Young hasta Algorta, pero faltó completar el tramo desde Young a Tres Bocas y de Piedras Coloradas hasta Algorta. En realidad hoy está todo a la miseria, porque además no se le hizo mantenimiento alguno, pero si se le pregunta al Ministerio de Transporte y Obras Públicas por el estado de las rutas, invariablemente responde que “es por el intenso tránsito de camiones”.
¡Y claro que lo es! Es que las cosas se desgastan con el uso, y para evitar el colapso es imprescindible un mantenimiento adecuado. A modo de ejemplo, por la ruta 14 de Entre Ríos --en varios tramos muy similar a las nuestras-- pasan 3.000 camiones por día, 4 veces más que por la ruta 3, pero nunca se la vio tan mal como ésta. Es que los pavimentos tienen una vida útil –5 o 10 años la carpeta asfáltica; unos 30 el hormigón--, y precisan reparaciones profundas cuando presentan desperfectos graves. Sin embargo la carpeta asfáltica de la ruta 3 en la zona de Trinidad hace más de 15 años que solo recibe un bacheo mínimo. Entonces lo que hay que hacer es adecuar las rutas a las cargas que circulan por ellas, mantenerlas en buen estado y hacer trabajos a fondo cuando lo precisan, y no echarle las culpas a la intensidad del tránsito por el deterioro que sufren.
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