Paysandú, Viernes 19 de Febrero de 2010
Locales | 12 Feb Francisco Tito Virgilio nació en la zona de las costas del arroyo San Francisco, donde reside actualmente. Fue docente cuando el maestro, el comisario, el juez de paz y el párroco eran los mayores referentes en el ámbito rural. Tras obtener su título en 1956, Rivera, Piedra Sola y Puntas de Buricayupí fueron sus primeras experiencias de trabajo; fue director en la escuela 15 y maestro en las escuelas 6, 24 y 71. Luego de haber sido preso político durante cuatro años, la dictadura cívico-militar de los setenta lo destituyó.
Don Francisco, de 74 años y el mayor de cuatro hermanos, dice que se crió “en tiempos en los que los padres jerarquizaban mucho el porvenir de los hijos con familias unidas en las que se inculcaban buenos hábitos”. De cuna humilde, con padres honestos y muy trabajadores, asegura que “tuvo una infancia feliz y el estudiar para cualquier chico del entonces resultaba un factor de elevación social”.
De su experiencia en Rivera rescata que “eran unos lejanos rancheríos del norte. Fue un golpe bastante grande, porque yo salía de una ciudad industrial con un gran auge. Fue algo muy fuerte y aprendí que el Uruguay no era Paysandú”.
“En ese lugar había gran déficit en el idioma y una mala alimentación en los niños. No abundaba la verdura y la dieta era muy elemental, con gran consumo de carne ovina, porotos y arroz. Había gurises que escribían todo al revés, en espejo, y otro niño que pintaba todo de color amarillo”.
En 1960 estuvo en Piedra Sola. “Fue una experiencia totalmente distinta. Incluso había un club con un proyector de cine. Traíamos películas que se conseguían a través de las embajadas. Era el delirio de los gurises el poder ver cine una vez a la semana. Era una zona de muchos hacendados, donde se comercializaban grandes volúmenes de ganado”. Puntas de Buricayupí fue su siguiente destino. “Estuve dos años. Se trataba del clásico rancherío rural. Hacíamos huerta para el sustento del comedor escolar. Había un auge de incorporar la mesa colectiva, no el banco vareliano. Por ese tiempo recibía la influencia de grandes maestros rurales que había en el país y fue muy importante el Programa de Escuelas Rurales en 1949, como así también las misiones socio-pedagógicas, que consistían en actividades que duraban unos quince días, en las que participaban el maestro, odontólogos, enfermeros, doctores, titiriteros, profesores de educación física y los propios padres”. Recuerda que al “caer preso” en 1972 “fue una época de maduración. Estuve trece años destituido. Restablecida la democracia y promediando el año 1985, durante el gobierno del doctor Julio María Sanguinetti, me restituyen a Primaria. Fueron tiempos extremadamente difíciles”. “Me restituyeron a la escuela 24 de camino de Costa del Sacra, pero los vecinos no me bancaron. Recuerdo un 19 de junio que juramos la bandera y los padres me hicieron una interpelación demoledora y me dijeron que la escuela bajo mi dirección marchaba muy mal. Yo tenía una manera de educar en la que el niño estaba permanentemente en actividad. Le daba una tarjeta a cada alumno y lo mandaba a la huerta a que buscara una lombriz y luego que la dibujara, que observara como vivía, cómo era su hábitat. Era una forma de que el niño reconociera el entorno, los cultivos y las cosas que lo rodeaban. Incluso en el recreo yo jugaba a la pelota con ellos. Se trataba de una escuela activa, no pasiva y los padres no estaban acostumbrados a ello. Ese episodio tuvo un final infeliz, porque los vecinos fueron a la Inspección de Escuelas y pidieron que me sustituyeran”, comenta. Hoy Tito Virgilio vive en su chacra, acompañado por recuerdos de un tiempo que lo marcó fuertemente como maestro rural.
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