Opinion | 14 Feb Puede pensarse que los problemas del tránsito en Paysandú son un tema trillado. Y seguramente así sea. Sin embargo, la realidad es tal que una y otra vez nos incita a abordarlo. Basta con prestar un poco de atención a lo que sucede alrededor para darse cuenta de las barbaridades que se cometen en el manejo, así como el peligro que las conductas irresponsables generan.
A quienes trabajan en la calle cumpliendo distintos roles y, en especial aquellos que conducen profesionalmente, no les faltan anécdotas. Andar sin casco se ha vuelto un clásico pero cada noche también son un peligro las numerosas motos que circulan sin luz. También constituyen un riesgo los vehículos que circulan a velocidad inadmisible por nuestras calles, los que cruzan el semáforo sin mirar y los que no los respetan.
Los ciclistas inconscientes que circulan contraflecha y –aún más—aquellos que lo hacen por la vereda, son un peligro. También en la ruta lo son los vehículos de todo porte –incluso camiones que transportan cargas considerables—que no respetan la señalización arriesgando su vida y, lo que es peor, la del resto de los usuarios de la carretera.
En definitiva, sobran ejemplos. ¿Será este otro tema de nunca acabar?
La seguridad vial no es un tema sencillo, que pueda desarrollarse cuando disponemos de tiempo extra. Un programa completo de seguridad vial requiere un tratamiento que abarca, entre otros, aspectos sociales, legales, económicos y técnicos, y en general afecta, por su propia trascendencia, a todos los estadios de la comunidad.
Es un tema que también requiere consensos políticos y decisiones firmes de los organismos de contralor en lo que respecta al cumplimiento cabal de sus funciones de fiscalización.
Pero además, es necesaria una formación vial que contemple planes serios y elaborados, conjunción de esfuerzos e involucramiento de distintos sectores, entre ellos el de la educación. Además, se debe crear en la comunidad y en sus instructores una conciencia clara y segura, que les permita identificar las situaciones de riesgo, evaluar con exactitud el peligro que se les presenta y responder del modo más eficiente a cada situación.
Evidentemente no es un tema de soluciones rápidas. Y aunque se diga que hay ciudades peores o mejores en materia de tránsito, lo que en verdad importa es qué estamos haciendo acá por nosotros mismos. Importar recetas de otras realidades tampoco sirve, pero seguramente pocos discreparán con que Paysandú merece que se comience a transitar el camino de las soluciones en forma urgente.