Paysandú, Viernes 19 de Febrero de 2010
Opinion | 15 Feb Entre las conclusiones del Primer Censo de Recursos Humanos en Salud, divulgado recientemente por el Ministerio de Salud Pública, figura el dato de la fuerte concentración de los profesionales de la salud en la zona metropolitana, básicamente en Montevideo y Canelones, en una relación mucho mayor a la proporción de su población respecto al total del país, lo que da la pauta de un escenario a contramano de la realidad y los intereses nacionales.
Esta no es una novedad ni un hecho que se haya registrado en los últimos años, sino que estamos ante un escenario que se da desde hace décadas como consecuencia de un centralismo que ha sido determinante para que haya ciudadanos de primera, de segunda y de tercera en el Uruguay, según la distancia a la que se encuentren de Montevideo, como ha señalado en numerosas oportunidades EL TELEGRAFO.
La ministra de Salud Pública, María Julia Muñoz, al referirse a esta conclusión del estudio sostuvo que “todos vemos con alarma la concentración profesional en el departamento de Montevideo, y vemos con preocupación el vaciamiento de profesionales de muchos lugares del país, por lo cual nos parece bien importante que se tome conciencia de este fenómeno no solo por parte de las autoridades de la enseñanza, del Ministerio de Salud Pública o de las Universidades, sino de la ciudadanía en general”.
A la vez, según da cuenta El País, de acuerdo al informe, siete de cada diez profesionales están localizados en la zona urbana y metropolitana. Hay departamentos que exhiben una concentración moderada, como es el caso de Rivera, Tacuarembó, San José, Paysandú, Soriano, Salto, Colonia y Maldonado, en tanto se encuentran más despoblados Flores, Río Negro, Treinta y Tres, Rocha, Durazno, Lavalleja, Florida, Artigas y Cerro Largo. Los departamentos más alejados de la capital son los que muestran un flujo de movilidad más alta, lo que implica básicamente desplazamientos para trabajar en las zonas de alta o moderada concentración. La ministra de Salud Pública ha dado más o menos en el clavo en cuanto a los elementos que influyen para que se presente esta problemática, empezando por la Universidad, que sigue respondiendo a su tradición elitista y centralista, que forma gratuitamente profesionales en y para la capital fundamentalmente, con un estudiantado que en más de un 60 por ciento reside en Montevideo y además proviene en su mayoría de familias pudientes.
A la vez, buena parte del poco más de treinta por ciento de estudiantes del Interior sobre el total de la masa universitaria encuentra mejores oportunidades en Montevideo que en su lugar de origen para perfeccionarse y el desarrollo de sus actividades profesionales, por lo que no puede extrañar que siete de cada diez egresados en el área de la salud –no es la única, por supuesto-- se radiquen en Montevideo o la zona metropolitana.
Naturalmente, el Ministerio de Salud Pública tiene su alta cuota de responsabilidad en esta situación, desde que con sus acciones ha contribuido a reafirmar este estado de cosas, como es el caso de la concentración de los centros de alta tecnología en la capital, sin que haya sido habilitado ni un solo Instituto de Medicina Altamente Especializada (IMAE) fuera de los límites de Montevideo, desmintiendo en los hechos la proclamada descentralización y regionalización de la medicina.
No menos importante es la discriminación hacia los ciudadanos de tercera, es decir los habitantes del interior profundo, donde la relación médico-paciente es varias veces inferior a la de Montevideo y hasta de las propias capitales departamentales, donde además se cuentan con los dedos de la mano los médicos residentes en pequeñas localidades y las policlínicas, por lo que también hay serias deficiencias en la atención primaria en salud y no ya exclusivamente en la disponibilidad de centros de media o alta tecnología.
En un país con tan acentuadas diferencias en servicios tan imprescindibles como los inherentes a la salud, donde la Universidad sigue basada en la “gratuidad” como la piedra filosofal, cuando es notorio que acentúa las desigualdades y asimetrías, no puede extrañar que el centralismo siga gozando de tan buena salud, en este caso en desmedro de la de los habitantes del Interior, valga el juego de palabras.
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