Paysandú, Viernes 19 de Febrero de 2010
Opinion | 19 Feb Aunque por ahora no estamos ante grandes sobresaltos, es indudable que nuestro sistema previsional tiene serias dificultades en cuanto a su proyección en un plazo por ahora imprevisible, pero que se podría medir en décadas en el mejor de los casos, desde que el envejecimiento poblacional por una mayor expectativa de vida y la relación activo-pasivo, --aunque ha mejorado en los últimos años--, dista de ser la ideal. Ello solo augura problemas respecto al monto de las jubilaciones y pensiones de los futuros pasivos, de no abordarse reestructuras que permitan mejorar el pronóstico.
Claro, no se consuela el que no quiere, y evidentemente las cosas serían mucho peores si no se hubiera encarado la reforma previsional de 1995, que creó las administradoras de ahorros previsionales AFAP, y que permite al trabajador volcar ahorros a su propia cuenta para conformar un fondo personal que le permitirá generar el capital y los intereses para obtener una prestación mensual que le asegure una vida más o menos decorosa.
En cambio, el sistema vigente hasta entonces, exclusivamente de solidaridad intergeneracional, solo prometía reparto de miseria y manejos políticos voluntaristas que durante varios años generaron creciente deterioro del Banco de Previsión Social, con un previsible desenlace catastrófico en el mediano plazo por la conjunción de factores negativos.
El ex presidente del BPS, Dr. Rodolfo Saldain, al evaluar la evolución del sistema provisional para el suplemento Qué Pasa, del diario El País, y analizar cómo ha repercutido la incorporación de las AFAP en el esquema previsional, teniendo en cuenta el escenario anterior, manifestó que la mejora del pronóstico “se debe en todo a la reforma de 1995, y en lo que ha sido una razonable gestión de ella. En caso de no haberse hecho, el sistema probablemente hubiera ingresado en cesación de pagos con la crisis de 2002”.
“La reforma es crucial para la afirmación de que hoy no hay un problema financiero previsible en el horizonte”.
El ex jerarca recordó que en nuestro país rige un sistema mixto, en el que una parte es de prestación definida y otra parte de cotización, pero indudablemente el desfasaje entre los ingresos y las erogaciones tiene que ver con el sistema de solidad intergeneracional, por el cual los activos de hoy pagan con sus aportes las jubilaciones y pensiones de quienes terminaron su vida activa y que a la vez en su momento habían afrontado las pasividades de quienes les precedieron.
Estamos ante un atraso de entre treinta y cuarenta años en recursos, por evaluar groseramente el escenario en términos cronológicos, pero ello es representativo de la forma en que se están pagando las prestaciones, y la dependencia de la situación económico financiera del BPS respecto a como evolucione la relación activo- pasivo. Ello no es así en el caso de las AFAP, desde que cada trabajador aporta a su cuenta individual, aunque es indudable igualmente que siempre es deseable y conveniente que haya la mayor cantidad de aportantes posible.
Por supuesto, lo mejor es llegar al fin de la vida activa con fondos suficientes como para llevar más o menos la calidad de vida que se tenía antes de acogerse a la pasividad, y ese es el gran desafío para quienes aportan durante toda su vida con este fin. Tampoco debe dejarse de considerar otras situaciones, como las de aportantes que durante determinado período han tenido problemas laborales y se encuentran a una edad ya avanzada para trabajar en otro empleo pero que a la vez no les permite tener causal jubilatoria, lo que plantea escenarios de carácter social muy difícil y en las que las soluciones nunca van a ser enteramente favorables para quien se encuentra ante esta problemática.
En una multiplicidad de situaciones posibles, el ex presidente del BPS reflexiona que ante una mayor expectativa de vida no puede pensarse en una persona que esté 20 años en forma completamente inactiva, sino que “hay que buscar mecanismos y formas que compatibilicen un retiro progresivo o parcial con la actividad misma”, lo que es a la vez discutible, si se tiene en cuenta que ello depende de la salud o disposición de quien ha llegado a la causal jubilatoria y entiende, con toda justicia, que debe disfrutar en salud los años que le quedan y de los aportes que con este fin volcó durante toda una vida de trabajo. Estos elementos, que revelan a la vez un conflicto de intereses y prioridades cuando los recursos no alcanzan para atender todas las realidades, dan la pauta de que es preciso que todo el sistema político deba desde ya analizar desapasionadamente el tema, sin preconceptos y sin visiones cortoplacistas que apunten a tener el menor costo político para la siguiente elección, de forma de no encontrarse en determinada coyuntura ante una bomba de tiempo que explote incluso antes de lo imaginado, simplemente por dejar transcurrir el tiempo esperando que otros resuelvan el problema.
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