Paysandú, Domingo 21 de Febrero de 2010
Locales | 19 Feb Repasar sus años de estudiante es evocar tiempos difíciles, en los que el tesón fue una de las armas principales con las que enfrentó duros obstáculos. Fernando Medina Anchorena es un joven abogado que creció en la zona de colonia Las Delicias y, como todo habitante del interior departamental, cada empresa que encaró le llevó bastante tiempo. Su carrera no fue la excepción: estudiar en la plaza del pueblo o en el ómnibus mientras viajaba a Paysandú, dormir en un espacio público o dentro de una iglesia. Todo ello marcó su convicción de obtener su título como doctor en leyes.
El 1º de febrero cumplió 45 años y es el mayor de seis hermanos. Aunque nació en la ciudad de Paysandú, su familia es de colonia Las Delicias.
Según confiesa Fernando, tuvo una infancia feliz. “En la escuela 44 llegamos a ser ocho o diez alumnos. En algunas ocasiones no había segundo o tercero y teníamos una sola maestra. Recuerdo con cariño a Laura Norik, que en realidad se llama Yolanda. Los partidos de fútbol y el comer moras en los recreos. Imborrables momentos”.
En 1977 comenzó a estudiar en el Colegio del Rosario, en tiempos que sus abuelos paternos vivían en la ciudad. “Sufría porque me tenía que ir en la Onda los sábados al mediodía hasta Queguay. Tenía que regresar al día siguiente, o sea que me la pasaba en viaje”. Poco tiempo después, su familia vivió una situación difícil, pues un andante le quemó la casa; luego falleció su abuelo. “Fue una época difícil y las cosas no mejoraron, pues mi padre perdió el campo y cayó en la pobreza. Con tantas dificultades económicas estoy convencido que solo la buena base familiar sustituía las carencias materiales. Tuve la suerte de concurrir al colegio del Rosario y conocer muchos amigos que fueron un importante soporte, y haber tenido profesores como Héctor Beceiro, Hugo Merello y Miguel Ángel Pías. Eran referentes muy fuertes que nos marcaron hacia la orientación que posteriormente elegimos cada uno. De algún modo me inclinaron hacia las letras. Aunque en realidad desde chico me gustó la lectura. Me devoraba los diarios que llegaban atrasados a la colonia, llevados por los abuelos”.
Terminó el liceo en 1982 con las mejores calificaciones. Pero las dificultades económicas ponían en riesgo la posibilidad de continuar con una carrera profesional. “Mis padres me pudieron inscribir en la Facultad de Derecho en Montevideo. Fue por el año 1983 y todavía existían los exámenes de ingreso. Aun no estaba la facultad en Salto, lo que me hubiera facilitado mucho más las cosas. Ya en la capital conté con la gran mano de Santiago Pereira Campos y Fernando Omar Merello, dos amigos del alma y de todas las horas. Posteriormente tuve acceso a las becas que otorgaba la Intendencia de Paysandú. Precisamente fue el arquitecto Walter Belvisi quien en 1985 inauguró la casa para estudiantes sanduceros en Montevideo. Fui el primero de aquella tanda y el primero en recibirme de la casa de Paysandú. Obtuve el título el 20 de diciembre de 1988 con apenas 23 años. Por mis carencias materiales tenía que terminar y ponerme a trabajar. Entonces mi familia trataba de salir adelante con alguien que desde el punto de vista humano tiene un mérito enorme, como es Álvaro, el ‛Tite’, el tercero de mis hermanos, quien ayudó mucho en la crianza del resto de los gurises”.
Fernando enfrentaba serias dificultades para viajar. Una vez salió de Quebracho el lunes y llegó a Montevideo un miércoles. Se embarcó en el motocar a las 5.30, llegó a las 7.30 a Paysandú y luego a “hacer dedo”. Si bien había logrado el 50% en becas para pasajes, no tenía para completar el otro 50%. Se quedó en una pensión junto con José Miguel Odriozola. “Primero pagamos unos ochenta pesos para quedarnos en una fonda. Mostramos el carné de estudiantes y nos dieron alojamiento en una comisaría. En otra oportunidad pasé toda la noche en el atrio de una iglesia y en el banco de una plaza. Pero el apoyo moral siempre le ganó a las severas dificultades económicas. Por suerte pude ir a rueda de grandes estudiantes como Santiago Pereira y Fernando Omar. Dos profesionales con enormes éxitos”.
Una vez recibido, el intendente Walter Belvisi le ofreció trabajo en la Intendencia y continuó en los dos períodos siguientes del doctor Jorge Larrañaga en el área de Defensoría de Oficio, en Servicios, con Bertil Bentos.
Asegura que siempre trabajó con los humildes y de esas experiencias rescata algunos casos que lo marcaron profundamente, como el de una familia que vivía en el corazón del monte. “El patrón había vendido las tierras a una firma extranjera y quedó en la calle. Tenía diez hijos y un jabalí de mascota. Jamás vi una situación igual. Con lo producido del juicio el hombre pudo comprar una casa humilde. Pero dejé de atender casos en los que hay niños de por medio porque la mayoría son problemas de los mayores y no de los pequeños. Llegué a atender un caso, pero resultó muy doloroso para mí”.
Sobre el tramo final de la charla, Fernando afirma que “uno nunca sabe cuánto tiene de genético y cuánto de adquirido y eso determina el perfil de la persona”, asegurando haber elegido la carrera correcta. “Fue lo que quise hacer. Yo quería llegar y ejercer es lo que me da las mayores satisfacciones. Soy un verdadero afortunado porque los golpes se transformaron en caricias y soy un agradecido de la vida”.
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