Paysandú, Miércoles 24 de Febrero de 2010
Locales | 19 Feb La mañana se presentaba húmeda y calurosa. Las lluvias de la madrugada anterior habían sido copiosas y el pronóstico meteorológico anunciaba que la inestabilidad del tiempo continuaría. Tomando los recaudos correspondientes, muy temprano comenzamos nuestra recorrida. En esta oportunidad hacia los campos de La Paz.
No resulta difícil llegar a la colonia, apenas unos veinte minutos de viaje desde Paysandú nos separan del lugar. Se puede ingresar tomando indistintamente la Ruta 24 (desde el mojón 86,500) o la 3 (en el kilómetro 336). Un camino vecinal de 18 kilómetros atraviesa de este a oeste estos campos y la colonia se ubica dentro de la jurisdicción de la junta local de pueblo Porvenir.
Habíamos visitado este lugar una “Noche de la Nostalgia”, cuando se celebraba una quermese en el establecimiento escolar. Esta vez nuestra visita nos permitió hablar con algunos vecinos. Fueron encuentros breves pero con interesantes relatos. Los más veteranos recordaron otros tiempos, en los que se necesitaba más gente para encarar una siembra o una cosecha y consideran que las nuevas tecnologías han sacado mucha mano de obra. Agregaron que la juventud no se compromete con la tierra y que, tentados por otras oportunidades, se van en busca de otros horizontes. En cambio, los que promedian los 50 años afirman que vivir en estas tierras es como estar en un paraíso. De hecho, están convencidos de que Uruguay es como una especie de tierra sagrada. “Por eso hay que aprovechar, encarando varias cosas a la vez, atendiendo rubros en la ganadería y en la agricultura. Porque los inmigrantes que llegaron a estas tierras –procedentes de Europa– no solo inculcaron su filosofía de trabajo y compromiso, sino que a la vez enseñaron al criollo a trabajar la tierra y eso hay que saber aprovecharlo”, dijeron.
Unas veinte familias viven en la zona, en su mayoría dedicadas a la agricultura. Uno de los edificios de referencia es la Escuela 66, pero el ícono indiscutible de la colonia es la Estancia Turística La Paz. En tanto, siete establecimientos dedicados a la agricultura y en menor medida a la lechería completan la escenografía de una zona que conserva bosques naturales y gran variedad de aves silvestres.
El polvoriento camino presenta muy pocas curvas y recorre una topografía suavemente ondulada. Se ven sobre todo plantaciones de soja, girasol y maíz. En menor escala también existen algunos tambos familiares. Malabar, Los Algarrobos, Pilares, San Juan, La Carolina y El Rincón son algunos de los establecimientos que se descubren a medida que transitamos por el lugar, cada uno luciendo en su tranquera de entrada el nombre de referencia.
La visita por esta zona se extiende un poco más de lo programado y el silencio por momentos intimida; apenas una pareja de inquietos horneros apura la construcción de su hogar. A lo lejos, un pájaro carpintero insiste en perforar el tronco de un pino. En tanto, unos perros detrás de la alambrada parecen desarmarse con la furia de sus ladridos.
Mientras devoramos kilómetros, un solitario paisano recorre a caballo y saluda al pasar con ciertas reservas al forastero con quien apenas intercambia un “buenos días”. La imagen se esfuma rápidamente como si se tratara de un fantasma. Para nosotros, el regreso se hace inminente; hay historias que esperan ser relatadas.
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