Paysandú, Miércoles 24 de Febrero de 2010

Nadie es pefecto

Mi culpa, mi maldita culpa

Locales | 21 Feb (Por Enrique Julio Sánchez, desde Estados Unidos). “Fui infiel, tuve aventuras y engañé. Lo que hice no es admisible y soy el único culpable”, dijo Tiger Woods, el deportista más famoso en Estados Unidos, un golfista que ha logrado amasar una fortuna de más de 300 millones de dólares, tres meses después que se viera metido en el más reciente escándalo sexual que ha vivido (y disfrutado) Estados Unidos.
La cultura estadounidense es ciertamente diferente en muchos aspectos de la latina. Los líos de alcoba de un político, un deportista o un artista seguramente simplemente serian objeto de curiosidad en los países latinoamericanos, pero en Estados Unidos estos deben regirse por ciertas reglas bastante claras, que incluyen siempre el pedido de perdón del involucrado, a veces acompañado por su propia engañada esposa, otras por otros familiares, como la madre, que es el caso de Tiger Woods.
Tiger Woods debió abandonar los campos de golf, perdió casi todos sus contratos publicitarios y debió internarse en una clínica de alta especialización para tratarse de una supuesta “adicción sexual”, de la que salió aparentemente curado, como si se tratara de alcoholismo o drogadicción, y sin aclarar si ahora se mantendrá célibe, pues cuando
un alcohólico se recupera, por ejemplo, abandona para siempre el alcohol, aunque lo hubiera hecho día tras día.
Concretamente, engañó a su esposa con al menos una docena de mujeres, generalmente esculturales meseras. Tres meses después, Woods cumplió con el ritual gringo y ante las cámaras de televisión pidió perdón, con la cara de circunstancias apropiada. No fue un acto perfecto, pues su esposa Elin no estuvo junto a él, aunque se dice que continúan viviendo juntos, en la casita de Woods, una tontería valuada en unos 30 millones de dólares en Jupiter Island, La Florida.
Antes de Woods, Clinton incluido, muchos otros escándalos sexuales han sacudido a Estados Unidos. Hace muchos años, el Presidente Franklin Roosevelt, quien sacó al país adelante luego de la Gran Depresión, mantuvo una prolongada relación con la ex secretaria de su esposa, Lucy Mercer, descubierta y mantenida en secreto por su esposa, Eleanor.
Más cerca en el tiempo, en 2006, el congresista republicano Mark Foley no acosó a su secretaria pero debió renunciar después que enviara mensajes de texto con contenido sexual explícito a menores de edad que se desempeñaban como becarios en el Capitolio, siguiendo en alguna manera los pasos de Bill Clinton. El senador, también republicano, Larry Craig, en 2007 fue detenido en el baño de un aeropuerto donde intentó abordar a un policía. Ingresó a un cubículo contiguo y empezó a rozarlo con su zapato (señal de insinuación entre homosexuales). Como respuesta le mostraron una identificación policial.
Recientemente, el ex gobernador de New York, Eliot Spitzer, contrastó su imagen pública de feroz perseguidor de la prostitución con su propio gusto por prostitutas de lujo. Pagó unos 80 mil dólares a una prestigiosa empresa que le proveía de prostitutas VIP, dinerillo que seguramente por no darse cuenta sacó del Erario público.
Pero sin dudas el más famoso traidor de alcoba fue el ex presidente demócrata Bill Clinton, quien en 1998, en la mismísima Oficina Oval de la Casa Blanca, donde sus “colegas” de las películas deciden cómo salvar el mundo, se dio a lascivos retozos con la becaria Monica Lewinsky. Pero Bill pudo soportar el escándalo y logró escapar a la renuncia.
Hoy Lewinsky vive en New York, la ciudad que nunca duerme, donde tiene su propia marca de bolsos, y Bill lucha con problemas coronarios y ayuda a las víctimas del terremoto en Haití.
Tiger Woods ha cumplido con la regla no escrita. El famoso “pone cuernos” ha pedido perdón y se ha mostrado muy pero muy arrepentido. Ahora ya puede volver a los campos de golf, lo que su cuenta bancaria agradecerá sin dudas.
La sociedad estadounidense es ciertamente particular. En algunos aspectos parece una aldea, especialmente el este y centro del país.
Un escándalo sexual de una personalidad es objeto de máximo interés y no se descansa hasta que el culpable se declara ídem. Woods cumplió las reglas. La historia puede continuar mansamente, entre las guerras de
Obama, la crisis financiera y las compras de cada fin de semana. Hasta el próximo escándalo.


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