Paysandú, Miércoles 24 de Febrero de 2010
Opinion | 22 Feb Desde hace mucho tiempo la calidad de nuestro sistema educativo está en tela de juicio, lo que va en sintonía además con una degradación de valores en la sociedad que se refleja en el menor grado de interés y disposición para estudiar, las prioridades en la célula familiar y los propios jóvenes, a lo que se agrega además el concepto erróneo de que con solo volcar recursos al sector se solucionan los problemas.
De acuerdo a un informe del Banco Mundial, pese a que los alumnos uruguayos transitan más tiempo por la educación formal que los jóvenes de otros países, su nivel de aprendizaje es comparablemente bajo con relación a ellos, lo que es consecuencia de la ineficiencia que presenta el sistema actual de enseñanza.
Esta evaluación fue presentada por el organismo a representantes del gobierno que asumirá el 1º de marzo, e incluye entre sus consideraciones que Uruguay debe mejorar el mecanismo de selección de sus maestros y profesores para poder despedir a los que no son buenos y permitir el ingreso de “personas calificadas” y exitosas en sus profesiones, de acuerdo a la información que proporciona el semanario “Búsqueda”.
Las deficiencias de nuestro sistema educativo no pueden ser a esta altura un secreto para nadie, pues como bien sostiene el refrán, por sus frutos conoceréis el árbol, y es notorio que existen manifestaciones inequívocas de este escenario en todos los órdenes de nuestra sociedad, donde lamentablemente a la vez la degradación de valores ha llevado a que se extienda la cultura que algunos consideran como la del “masomenismo” y de considerar la pobreza, la incultura y la marginación un mérito a destacar y premiar, en lugar de atacar la raíz del problema y buscar alternativas a través de respuestas válidas.
“Alrededor de la mitad de los uruguayos que ingresa a la educación secundaria abandona el liceo antes de graduarse, y la mayoría de los desertores proviene de hogares de ingresos bajos. Las altas tasas de deserción combinadas con el incremento en el porcentaje de jóvenes que no están matriculados ni en el mercado laboral es preocupante”, sostiene el informe.
Hay además un panorama disímil en los respectivos niveles de la enseñanza, por lo menos en cuanto a la asistencia, desde que tanto en Primaria como en Secundaria existe una pérdida significativa de calidad con el paso de los años, pero por lo menos en el primer escalón de la educación hay prácticamente un cien por ciento de concurrencia de niños, lo que incluso ubica a Uruguay por encima del promedio regional en esta materia.
El informe advierte sin embargo que al llegar al nivel secundario el porcentaje de asistencia desciende a niveles inferiores a los de Brasil y Argentina, al punto que solo el 32 por ciento de los jóvenes termina el bachillerato, por cuanto a medida que avanzan los años de escolaridad, la deserción va en aumento.
Ello implica que prácticamente el 70 por ciento de los estudiantes quedan por el camino ante las dificultades que tiene el sistema para retener a los jóvenes de los hogares más pobres, que tienen los peores resultados académicos. Paradójicamente mientras los países del primer mundo y los que tienen mayor crecimiento económico y social entre los emergentes están inmersos en competencia por lograr los máximos niveles académicos terciarios y la mayor cantidad de ingenieros y técnicos egresados de sus universidades, por estas latitudes todavía no hemos resuelto cómo solucionar el problema de la deserción estudiantil en Secundaria y buscamos retener al estudiante por la vía de menor exigencia, mayor tolerancia y priorizando la inclusión social por sobre el desarrollo grupal.
Este presente problemático condiciona a la vez severamente nuestro futuro inmediato, desde que esos jóvenes son la fuerza laboral que estamos mal preparando para los años venideros y ya es imposible hacer algo valedero al respecto para la mayoría de los que han quedado por el camino y su horizonte es por cierto limitado y/o complicado.
El desafío radica en trabajar concienzudamente para revertir este escenario, que se agrava por el hecho de que cuando se tuvo la oportunidad de hacer algo al respecto, a través de una Ley de Educación, simplemente se puso énfasis en la lucha por el poder y contemplar aspiraciones de los gremios en los organismos de la enseñanza cuando es evidente que el déficit en el sector pasa también por la menor calidad y disposición de los propios docentes y no por cuanto pueden llegar a influir en las decisiones.
Estos aspectos deberían estar contemplados en el temario que aborda la comisión multipartidaria sobre enseñanza que ha sido convocada por el nuevo gobierno, y sobre todo apuntar a generar consensos para hacer reformas sin medias tintas con el objetivo de revertir este proceso negativo que conspira contra el presente y el futuro del país.
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