Paysandú, Martes 02 de Marzo de 2010
Opinion | 02 Mar En cada asunción de un nuevo gobierno, la ciudadanía y los operadores económicos suelen abrir una cuota de crédito, que es realmente sólida durante los primeros seis meses en los que se procesa una “luna de miel” entre gobernantes y gobernados, con muchas expectativas entre los que lo votaron y seguramente muchos otros que sin haberlo hecho esperan de un nuevo gobierno respuestas a necesidades que en muchos casos se han acumulado durante años.
La toma del mando por José Mujica, que conlleva un segundo período consecutivo para la coalición de izquierdas, tiene una amplia agenda de trabajo que ya incluso ha sido en buena medida adelantado durante el período de transición a través de equipos de trabajo multipartidarios que procesaron acuerdos en áreas clave.
Seguramente en esta oportunidad la asunción de Mujica tiene connotaciones que no se han dado en anteriores instancias, desde que el ahora primer ciudadano de la República es un ex guerrillero que durante la década de 1960 formó parte de un movimiento sedicioso que intentó derrocar a un gobierno constitucional por la vía armada, y fue sin dudas parte de un proceso de deterioro del sistema democrático que desembocó en la dictadura que se apropió del poder en junio de 1973.
Casi medio siglo después, el movimiento se ha integrado al sistema político y ha llegado al gobierno por votación popular, respetando las reglas democráticas que había desestimado en aquel entonces, lo que debe saludarse como un gran aporte a la pacificación nacional y al entendimiento entre los uruguayos, a procesar las diferencias por la vía del diálogo y someter las propuestas a la legitimación popular a través del voto.
Y en este momento de festejo democrático, por la sucesión de gobiernos constitucionales tras la larga noche de dictadura, no puede menos que caber la reflexión ineludible respecto a cuánto dolor nos hubiéramos ahorrado los uruguayos si se hubiera asumido entonces que la única vía legítima para obtener el respaldo ciudadano hacia el poder era convencer y no imponer, como pretendió hacerse.
Al nuevo gobierno le aguardan grandes desafíos, muchos de los cuales tienen que ver con el gran tema pendiente desde siempre, que es la reforma del Estado, un punto en el que el flamante mandatario ha puesto énfasis durante la campaña electoral y para cuya ejecución encontrará grandes resistencias, tantas como las que hicieron desistir al propio ex presidente Tabaré Vázquez de aplicar la que llamó la “madre de todas las reformas”. Esta quedó en la nada por la resistencia natural de los grandes corporativismos, sobre todo de los funcionarios públicos, que se han opuesto sistemáticamente a cualquier intento de cambiar el funcionamiento del Estado, por defender sus propias “chacras” de poder y de alguna manera percibir que estaban amenazadas la inamovilidad y los beneficios de que gozan en el ámbito laboral en que se desenvuelven.
Todo indica que Mujica ha asumido plenamente la imposibilidad de dar pasos fundamentales hacia el desarrollo si no se logra reformar el Estado, mejorar su gestión y sobre todo reducir su gravoso peso sobre los sectores productivos. Ahora, una cosa es asumirlo y otra muy distinta el lograr los respaldos imprescindibles para hacerlo con organizaciones que para nada están convencidas de que son parte del problema con sus actitudes sistemáticas de rechazo a los cambios, que durante muchos años a través de plebiscitos y otras movilizaciones han evitado la modernización de nuestro Estado.
También el presidente ha hecho hincapié en su decisión de mejorar la enseñanza, otro gran desafío que requiere aportes de todos los sectores involucrados, incluyendo las gremiales que en sus asambleas se han ocupado prioritariamente de tratar de ocupar posiciones de poder en los organismos rectores, antes que de los grandes problemas de la educación, traducidas en una alta deserción en secundaria, las dificultades de acceso a la educación terciaria a los sectores de menores recursos y del Interior, como así también una creciente pérdida en la calidad y formación de los egresados.
En la salud, pese a que se instrumentó una reforma del sistema, ello se ha hecho a través de un notorio deterioro de la calidad en la prestación de las mutualistas y sin que a la vez se note una mejora significativa en la Salud Pública, lo que da la pauta de que hay mucho por hacer, más allá de los enunciados y las intenciones.
Y por supuesto, no son pocas las necesidades en vivienda, en el plano social, en la integración al área laboral de miles de personas sin hábitos de trabajo, y en la instrumentación de políticas que no castiguen el éxito empresarial, sino que a la vez estimulen la inversión y la creación de nuevas fuentes de trabajo, partiendo de la premisa, como lo señalara el propio Mujica en el Hotel Conrad ante 1.500 empresarios, que antes que distribuir hay que crear la riqueza, dejando atrás viejas recetas de la izquierda.
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