Paysandú, Jueves 04 de Marzo de 2010
Opinion | 26 Feb La incontinencia verbal de que padece el comandante Hugo Chávez le ha traído no pocos problemas, pese a que seguramente el presidente venezolano se ha apoyado en su forma especial de comunicarse con determinados sectores de la sociedad en un lenguaje en el que transmite anuncios y decisiones voluntaristas, lo que igualmente le ha servido para estar donde está.
Pero claro, una cosa es decir a la gente lo que quiere escuchar, sobre todo cuando se tiene atrás una gran riqueza petrolera para disponer de recursos casi limitados para más o menos respaldar por lo menos parte de lo que se anuncia, y otra muy distinta es realmente generar las condiciones para el desarrollo que de sustentabilidad a sus políticas, que apuntan más a su ambición de protagonismo que a dar respuestas a una sociedad que requiere soluciones reales y no hasta la próxima elección.
Chávez a la vez pretende ser el relevo de Fidel Castro en la “lucha” por recordar la guerra fría, que ya terminó hace veinte años con la derrota absoluta, por su inviabilidad, de la ex URSS y sus satélites, y con este fin ha sido promotor de la reciente cumbre latinoamericana de Cancún, por lo que ha reflotado el viejo proyecto de fundar una nueva Organización de Estados Americanos (OEA), sin Estados Unidos y Canadá, naturalmente.
Por supuesto, se trata de resabios de posturas que fueron banderas para muchos grupos que ponían el mundo en blanco y negro, hasta que chocaron con la dura realidad de que lo que promovían eran realmente utopías, y que el proceso de crear y redistribuir riqueza es mucho más complejo que promover la lucha de clases y la supuesta justicia de igualar todo hacia abajo.
Pero a Chávez estos elementos lo tienen sin cuidado, y una y otra vez busca crear ámbitos en los que pueda tener auditorio calificado para despacharse a su gusto contra Estados Unidos, con el apoyo de algunos gobiernos afines con los que ha procurado organizar un frente contra el “eje del mal” que en su particular concepto tiene su centro en Washington. Y así, como de atrás de un árbol surgió esta convocatoria en Cancún, fuera de época e injustificada, en un mundo globalizado que marcha por otros carriles, en el que el diálogo y el intercambio comercial dejan de lado compromisos políticos e ideologías para centrarse en la búsqueda de mejorar la calidad de vida de los pueblos, a través de un aumento del flujo de bienes y servicios que trae aparejado mayor producción, fuentes de empleo y reciclaje de recursos.
Pero el mandatario bolivariano y sus “socios” están en otra cosa, buscando enemigos para hacerlos responsables de su propia incapacidad para llevar desarrollo a sus respectivos países, y así los convocados de Cancún aprobaron la constitución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, sin Estados Unidos y Canadá, es decir dejando fuera de toda consideración a dos grandes mercados para nuestros productos y fuentes de potenciales inversiones.
En realidad, la Comunidad Latinoamericana pretende ser una ampliación de la intrascendente y politizada Unasur, (Unión de Naciones Suramericanas) con el ingreso de naciones centroamericanas, en una especie de comunión en la que insólitamente el argumento aglutinante es el rechazo a Washington, como si ello fuera un mérito y un consuelo ante el subdesarrollo.
Lo que no se ve por ningún lado es concertar acciones en procura de combatir la pobreza y las desigualdades en América Latina, y se pretende centrar toda las culpas en Estados Unidos, al punto de pensar que su exclusión ya es un principio de solución para estos problemas crónicos del subcontinente, lo que significa poco menos que meter la cabeza en un agujero sin importar todo lo que pase a su alrededor.
Por lo demás, hacerle el juego a Chávez en sus delirios no habla muy bien de sus colegas latinoamericanos, que a esta altura parecen haber aprendido muy poco de la porfiada realidad y siguen dedicados a lo intrascendente, a cultivar la mentalidad mediocre de buscar chivos expiatorios para ocultar falencias propias.
Y Chávez, sobre todo, con sus diatribas y el protagonismo que buscó una vez más en un fuerte entredicho verbal con su colega colombiano Rafael Uribe, está buscando hacer “tantos” en el exterior, para ocultar su rotundo fracaso en sacar a Venezuela de la crisis energética, porque ya nadie en su sano juicio puede creerle que se trata de un sabotaje de la oposición para dejarlo en evidencia ante su pueblo, afectado por una profunda crisis social, para cuya solución se necesita mucho más que palabras bonitas e ir anunciando expropiaciones aquí y allá, como un emperador romano disponiendo de vidas y bienes a su antojo.
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