Paysandú, Lunes 08 de Marzo de 2010

Lo que el agua delató

Opinion | 03 Mar Con frecuencia las autoridades municipales justifican el mal estado de los pavimentos de las calles en el exceso de lluvias que sufrimos en los últimos meses como consecuencia del fenómeno climático El Niño, y en otros casos por haber quedado largo tiempo sumergidas bajo las aguas del río Uruguay durante la última creciente. Ciertamente el agua es un agente acelerador del deterioro de las calles, por cuanto sus bases se ven saturadas de humedad y pierden consistencia, por lo que son más proclives a hundimientos y desprendimientos del pavimento apenas circula algo de tránsito. Pero un asfalto de calidad bien mantenido debería soportar bastante sin problemas al menos el agua de lluvia, por más intensa y frecuente que sea, dado que tanto la carpeta asfáltica como el hormigón en buen estado son impermeables. Por otra parte si la base tiene una buena compactación y el material adecuado, tampoco sufre demasiado el exceso de humedad, y mantiene su estructura a pesar de todo. Esto se puede comprobar en algunas de las arterias que se encuentran en zonas que se inundan aún con el río apenas crecido, como la costanera norte que comunica el Balneario Municipal y el puente General Artigas. Contrariamente a lo que se pueda esperar de una calle que pasó casi cuatro meses con más de un metro de agua encima, no es de las más rotas de Paysandú. En cambio otras que están en terrenos elevados y con muy buen escurrimiento, presentan un estado deplorable. Las razones de tales diferencias están en cómo se veían unas y otras antes del último diluvio, cuando la sequía disimulaba un pésimo mantenimiento de los pavimentos. Aún hoy se pueden encontrar en muchas calles rajaduras que en poco tiempo se transforman en pozos y que luego se hacen zanjas, capaces de hacer desaparecer la rueda de un camión que acierte caer en ellas. Estas rajaduras propician las filtraciones hacia la base del material, restándole consistencia y finalmente, removiéndolo completamente. La única solución definitiva para evitarlo es quitar la capa superficial de bitumen y darle un recapado adecuado antes que el agua haga estragos, lo que comúnmente se le llama el sellado de la superficie. El tapar cada pozo con tosca y echarle una mano de asfalto es pan para hoy y hambre para mañana, porque una vez que se produjo el hundimiento lo que se necesita es un trabajo profundo, de buena compactación en la base y sobre grandes superficies.
Pero para que esto sea posible hay que seguir un estricto plan de mantenimiento permanente, y no actuar solo cuando la emergencia nos pasa por encima.


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