Paysandú, Jueves 11 de Marzo de 2010
Opinion | 07 Mar Desde hace mucho tiempo la calidad de nuestro sistema educativo está en tela de juicio, acompasado a una degradación de valores en la sociedad que se refleja en un menor grado de interés y disposición para estudiar, en tanto influye que se han trastrocado las prioridades en la célula familiar y los propios jóvenes.
La Administración Vázquez, a la vez, ante compromisos asumidos ante las corporaciones de la enseñanza, equivocó los procedimientos al considerar que todo pasaba por los recursos y mejora en las remuneraciones para los funcionarios del sector, lo que simplemente ha significado destinar más recursos de toda la sociedad sin condicionarlos a mejores resultados, que es un aspecto tan elemental como fundamental.
La educación es un tema clave, que ha estado en la agenda de todos los partidos, los que han coincidido en que es preciso hacer algo para cambiar este estado de cosas, y el nuevo presidente lo ha mencionado reiteradamente como una de sus prioridades, aunque evidentemente, para poder avanzar en sus objetivos, deberá chocar contra las corporaciones que consideran que toda innovación debe tener su iniciativa, participación y/o visto bueno para poder llevarla a cabo.
De acuerdo a un informe del Banco Mundial, pese a que los alumnos uruguayos transitan más tiempo por la educación formal que los jóvenes de otros países, su nivel de aprendizaje es comparablemente menor con relación a ellos, lo que es consecuencia de las ineficiencias que presenta el sistema actual de enseñanza y las prioridades instaladas en la sociedad, que permea sobre todo hacia los grupos etarios más jóvenes.
Esta evaluación fue presentada por el organismo a representantes del gobierno que asumió el 1º de marzo antes incluso de instalarse, e incluye entre sus consideraciones que Uruguay debe mejorar el mecanismo de selección de sus maestros y profesores para poder despedir a los que no son buenos y permitir el ingreso de “personas calificadas” y exitosas en sus profesiones. Las deficiencias de nuestro sistema educativo son notorias y proyectan sus consecuencias sobre todos los órdenes de nuestra sociedad, donde lamentablemente la degradación de valores ha llevado a que la prescindencia y el desinterés por estudiar se consideren como algo natural, a la vez de evaluarse la pobreza, la incultura y la marginación como un mérito en lugar de un estigma y un condicionamiento formidable a la hora de lograr oportunidades laborales y de inserción en la sociedad.
“Alrededor de la mitad de los uruguayos que ingresa a la educación secundaria abandona el liceo antes de graduarse, y la mayoría de los desertores proviene de hogares de ingresos bajos. Las altas tasas de deserción combinadas con el incremento en el porcentaje de jóvenes que no están matriculados ni en el mercado laboral es preocupante”, sostiene el referido informe, que pinta una realidad que los uruguayos vemos y sufrimos todos los días.
Esta problemática se acentúa en Secundaria, donde son crecientes los porcentajes de deserción, en tanto en Primaria se mantiene prácticamente un cien por ciento de concurrencia de niños, lo que igualmente no quiere decir que ello sea sinónimo de calidad, sino que un alto porcentaje de ellos accede a educación secundaria con conocimientos muy elementales, que a la vez conllevan un círculo degenerativo de retraso en los estudios, con alta incidencia en la posterior deserción.
Precisamente el informe advierte que al llegar a Secundaria el porcentaje de asistencia desciende a niveles inferiores a los de Brasil y Argentina, al punto que solo el 32 por ciento de los jóvenes termina el bachillerato, por cuanto a medida que avanzan los años de escolaridad la deserción va en aumento.
De esta forma, prácticamente el 70 por ciento de los estudiantes queda por el camino ante las dificultades que tiene el sistema para retener a los jóvenes de los hogares más pobres, que tienen los peores resultados académicos, y ello achata la calificación para acceder a los puestos de trabajo mejor remunerados.
Y si estamos ante un presente problemático en este escenario, a la vez ello condiciona severamente nuestro futuro inmediato, desde que esos jóvenes son la fuerza laboral de los próximos años y ya es tarde para hacer algo valedero a favor de muchos de los que han quedado por el camino y por ende incorporándose a una fuerza de trabajo con un horizonte muy comprometido en cuanto a sus posibilidades de progresar y abrirse paso en la vida. Lamentablemente, cuando se consideró y aprobó la Ley de Educación, simplemente se puso énfasis en la lucha por el poder y contemplar aspiraciones de los gremios en los organismos de la enseñanza, cuando es evidente que el déficit en el sector pasa también por la menor calidad y disposición precisamente de los propios docentes y no por cuanto pueden llegar a influir en las decisiones. Quiere decir que el nuevo gobierno se va a encontrar ante la espada y la pared en esta problemática, pagando en buena medida sus culpas y responsabilidades por haber participado integrando la Administración Vázquez en la sanción de esta norma que en lugar de traer soluciones, solo acarrea mayores problemas que los que ya teníamos.
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