Paysandú, Martes 16 de Marzo de 2010
Opinion | 12 Mar Entre las primeras acciones a encarar por el flamante gobierno de José Mujica figura la elaboración de una reforma legal para que el Estado pueda realizar nuevas asociaciones público-privadas, un aspecto en el que la nueva administración ya está trabajando con vistas a que pueda ser considerada lo antes posible por el Parlamento, según indica el semanario “Búsqueda”.
De acuerdo a la publicación, el marco legal que se prepara será incluido en la Ley de Presupuesto Quinquenal que discutirá este año el Parlamento, y por esta vía el gobierno prevé llevar adelante un “ambicioso programa” de infraestructura ferroviaria, en el sistema carcelario, en carreteras y en el dragado del puerto, considerados aspectos vitales para crear condiciones requeridas en las respectivas áreas a efectos de atacar de lleno problemas de infraestructura que se arrastran desde el fondo de nuestra historia.
Es que la centralización y el unitarismo que desde los albores de nuestra historia han tenido de rehén al Uruguay han significado que la infraestructura se creara en función de la ciudad-puerto de Montevideo, al principio, y luego como un decantamiento natural de inversiones e incorporación de infraestructura como sostén de este escenario, a contramano de políticas de desarrollo integral, y que tuvo como consecuencia concentración de población, de riqueza y de actividad en la capital y el anillo metropolitano, lo que se arrastra –y se ha agravado— hasta nuestros días. Los sucesivos gobiernos, más allá de los enunciados y las declaraciones de buenos deseos respecto a descentralización y a contemplar la realidad del Uruguay, han hecho poco y nada por cambiarla, desde que además han tenido en Montevideo y sus ciudades satélite la cantera de votos para sostenerse en el poder, y decisiones drásticas para compensar esta distorsión implicarían un costo político muy significativo.
Ello ha llevado a la consolidación de una infraestructura negativa para el país durante décadas, con un efecto degenerativo en perjuicio del Interior, desde que la concentración de actividades e infraestructura en torno a Montevideo ha llevado a que derive en ventajas comparativas sustanciales para la radicación de emprendimientos, y a la vez un gran mercado de consumo que realimenta inversiones, creación de puestos de trabajo, oportunidades laborales e incorporación de logística para los emprendimientos empresariales.
La idea del nuevo gobierno de promover asociaciones con privados no es un invento de Mujica, desde que es una práctica que se utiliza en todo el mundo y sobre todo en las naciones del ex socialismo real, incluyendo a la propia China, para generar inversión genuina, y precisamente la Administración Vázquez ha tercerizado y practicado concesiones en áreas en las que solamente operaba el Estado, ante el convencimiento de que no corresponde detraer recursos a toda la sociedad para hacer lo que el privado puede hacer mejor y en forma más eficiente.
La elaboración de leyes a la que está volcado el nuevo gobierno, en procura de incorporar mecanismos que permitan flexibilizar la asociación con privados a efectos de seguir y profundizar el camino trazado por el gobierno anterior, es un buen síntoma respecto al rumbo a imprimir por Mujica y su equipo, pero a la vez también pone de relieve cuanto tiempo y oportunidades se han perdido durante largos años en los que el Frente Amplio estaba en la oposición y trancó sistemáticamente, junto con el Pit Cnt, toda iniciativa para promover la participación privada en áreas en las que solo estaba presente monopólicamente el Estado, con altos costos para el contribuyente y con serias deficiencias en la calidad y la gestión.
Estas prácticas le han costado enormes pérdidas al país, en tiempo y dinero, y a la vez la dirección en la que se ha decidido avanzar implica reconocer el profundo error en el que se había incurrido al poner el palo en la rueda, incluyendo plebiscitos para revocar leyes vigentes y consecuentemente creando un margen de inestabilidad al cambiar las reglas de juego para los potenciales inversores. Es que como bien decía Mujica al asumir, la realidad es porfiada y recién cuando se ejerce un gobierno se percibe que lo que se veía tan fácil de hacer desde la oposición eran en realidad utopías, y que jugar al todo o nada significa detener al país, como se hizo durante largos años por quienes hoy reconocen que estaban equivocados, aunque se resistan a decirlo con todas las letras.
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