Locales | 15 Mar Ante la reiteración de llamados a nuestra Redacción por vecinos de Guichón reclamando la urgente reparación de las calles internas de la ciudad debido al mal estado que presentan, un equipo de EL TELEGRAFO se trasladó hasta allí días atrás para constatar de primera mano la situación planteada. Ciertamente pudimos comprobar que a apenas unas cuadras del centro, más allá de la avenida de acceso que fuera recientemente reparada para los festejos de los 100 años de la ciudad, la mayoría de las arterias carece de asfalto y presentan serios problemas debido al arrastre de material de la superficie causado por las lluvias. Esto obliga a reducir la velocidad del tránsito a menos de 30 kilómetros por hora, so pena de someter el vehículo a fuertes vibraciones para nada recomendables. En algunos casos los canales producidos por el agua se constituyen en verdaderas zanjas, mientras que en otros tramos la tosca y la piedra forman una especie de “diente de sierra” capaz de aflojar hasta el más firme tornillo de la carrocería.
De las antiguas calles de asfalto solo quedan vestigios del bitumen, al tiempo que el pasto natural invade veredas y calzadas, ocultando completamente el cordón cuneta. Solo se conservan bien las más céntricas, aparte de la avenida mencionada. Sin embargo sería injusto decir que todo está destruido, porque en general son problemas típicos de cualquier calle de tosca en cualquier población del Uruguay. Por otra parte, algunos vecinos reconocen que en los últimos días se vio a una cuadrilla municipal trabajando en la recuperación vial. Quizás donde más se aprecian imperfecciones --porque realmente son excesivas-- sea donde nace el “camino de arriba” hacia Piñera (doblando hacia el sur en la rotonda de acceso a la ciudad) porque si bien a simple vista parece estar en condiciones, en realidad es un pozo al lado de otro.
Otro aspecto que llamó la atención fue que hasta pasado el mediodía del domingo, todavía seguían desparramados por doquier los vasos, botellas y papeles de la noche anterior, por lo que la plaza Williman y sus alrededores se veían como nuestro “cantero del Obelisco” en la madrugada de un fin de semana. Deducimos entonces que los equipos de limpieza municipales no trabajan los fines de semana, lo que redunda en una imagen desprolija de la ciudad.