Paysandú, Domingo 21 de Marzo de 2010
Opinion | 15 Mar En cualquier ámbito, el comienzo de una nueva administración trae consigo un breve período de gracia, en donde los actores involucrados se muestran indulgentes y colaborativos en pos de un buen comienzo de gestión que, en definitiva, redunde en beneficios comunes. En la vida democrática sucede exactamente lo mismo. Cuando asumen nuevas jerarquías gubernamentales, las diferencias políticas quedan momentáneamente de lado, diluyéndose en la expectativa de un cambio de enfoque y la introducción de otra perspectiva de trabajo.
Tras la asunción del nuevo presidente de la República, los uruguayos, aun con reparos, se ilusionaron con la inmediata instalación de comisiones iterpartidarias que trabajarían en temas centrales como educación, energía, seguridad y cambio climático. Las primeras negociaciones avanzaron y para sorpresa de muchos hubo más coincidencias que disensos, lo que demostró que más allá de diferencias de orden político, la clase dirigente comparte preocupaciones con el resto de la ciudadanía. Cambio climático, energía y educación son indudablemente parte fundamental de una estrategia efectiva hacia el desarrollo, mientras que seguridad aparece más relacionado con una vieja deuda que el Estado uruguayo mantiene con la población. Atravesamos tiempos de expectativa y de un aparente reencuentro de la clase política en beneficio del interés común. Hay señales alentadoras, pero todavía hacen falta concreciones. El período de gracia que caracteriza al inicio de toda nueva administración no durará demasiado. Los uruguayos observan con expectativa los actuales acontecimientos pero seguramente no pierden de vista los problemas que se interponen con ese ideal de país que hasta el momento solo existe en los programas políticos. Es tiempo de avanzar.
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