Paysandú, Domingo 21 de Marzo de 2010
Opinion | 16 Mar Durante su visita oficial a Bolivia, el presidente José Mujica ofreció acceso al mar a esta nación mediterránea y gestionó el suministro de gas natural a nuestro país a través de un gasoducto argentino, sobre lo que explicó que la idea es utilizar el ducto por el que desde hace treinta años Bolivia bombea a Argentina entre 2 y 5 millones de metros cúbicos diarios y utilizar luego un ramal argentino hasta Uruguay.
Explicó que a cambio, “nosotros le hemos ofrecido a Bolivia la salida al Atlántico”, a través de los puertos de Nueva Palmira y Montevideo, para compensar su falta de acceso al mar, después de que perdió su costa hace más de 140 años y recordó que “un gobierno de otro signo ya le dio a Bolivia en la década del 90 una franja en el puerto de Nueva Palmira y está allí el galpón de 1.000 y pico de metros cuadrados que no se usa y que está a la orden”.
Los elementos manejados por el mandatario no son ninguna novedad, porque encierran a la vez la dosis elemental de sentido común que nos debemos los pueblos del subcontinente para potenciar nuestras posibilidades de desarrollo, por encima de recelos y cobro de cuentas, como es lamentablemente el caso que se da en el eterno conflicto entre Chile y la nación del altiplano por la salida al mar.
La hidrovía Paraguay-Paraná y su enlace con el río Uruguay es indudablemente un instrumento formidable para la salida de productos de una vasta región en la que los cultivos de granos como soja en Paraguay, Brasil y Bolivia necesitan imperiosamente una vía de transporte barata para no perder competitividad respecto a otros grandes productores, a lo que se agrega la riqueza minera de este último país.
En la última década ya se ha recorrido un auspicioso camino en el aprovechamiento de este enlace natural, desde que anualmente se transportan millones de toneladas por la hidrovía y es así que hasta la crisis internacional no había prácticamente posibilidades de arrendar barcazas, desde que la demanda superaba a la oferta, en tanto desde mediados de 2009 se ha reducido el volumen ante la prudencia de determinados mercados, aunque ya se percibe un proceso de reversión.
La posibilidad de abrir nuevos espacios y facilidades a Bolivia para la salida de su producción a ultramar a través de puertos uruguayos como el de Nueva Palmira es apenas un aspecto de la complementariedad que debe presidir las acciones y la integración regional, desde que el intercambio de servicios y suministros implica una sinergia a favor del desarrollo y la calidad de vida de los pueblos de la región.
Precisamente la Hidrovía es el ejemplo más notorio de integración subcontinental, y cuenta con un potencial natural que debe a la vez ser consolidado a través de obras de profundización y mantenimiento de canales, teniendo en cuenta por ejemplo lo que se hace en ríos europeos como el Rin, por el que se transporta desde y hacia el corazón de Europa un enorme volumen de cargas, al que se agregan cientos de canales y vías de agua interiores de muy bajo caudal que sin embargo permiten llegar con el transporte fluvial a lugares inverosímiles para lo que es nuestra concepción de esta problemática.
Paralelamente, ya que Mujica y su colega boliviano hacen referencia al abastecimiento de gas natural a través del ducto argentino, no debe perderse de vista que tal posibilidad requiere un acuerdo tripartito que tenga como eje la decisión del vecino país de dejar pasar el energético por sus gasoductos, mediante el pago de un canon, naturalmente, pero que en todos los casos está sujeto a la disposición y talante del gobierno de turno, y a determinados avatares que ponen en tela de juicio la confiabilidad del enlace.
Una alternativa que no debería dejar de evaluarse, entre otras, es la posibilidad del transporte de gas natural en barcazas cisterna por la Hidrovía para su almacenaje y distribución en una regasificadora, cuyo funcionamiento no debería estar condicionado solo a esta logística, sino que debería instalarse y preverse infraestructura para una zona donde pueda recibir también embarques desde otros lugares del mundo, de modo de diversificar los orígenes de este suministro.
Es decir que por un lado estaríamos apostando a la integración regional, para potenciar su desarrollo, pero sin descuidar que estamos insertados en una economía global, de la que dependemos, y que de lo que se trata es de ser pragmáticos, con una visión abierta prescindente de afinidades ideológicas y amistades coyunturales, para hacer lo que sea funcional a nuestros legítimos intereses, en la perspectiva de consolidar escenarios favorables en el mediano y largo plazo en el área energética.
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