Opinion | 17 Mar Los “esquives” hacia aquí y hacia allá de los legisladores de la fuerza de gobierno para no suscribir una propuesta de declaración del Parlamento uruguayo instando al gobierno cubano a que respete los derechos humanos y busque los caminos para la democratización del país, dan cuenta evidentemente de un doble patrón en cuanto a medir cuando se cometen violaciones a los derechos humanos, que en esta particular óptica nunca son perpetrados por gobiernos de izquierda.
La reciente muerte en una cárcel cubana de Orlando Zapata, disidente y crítico del régimen de Fidel Castro, en una huelga de hambre por la que no recibió la debida atención, debería bastar en cualquier nación democrática para plantear tal reclamo, pero todavía dentro de la izquierda se maneja el concepto de las dictaduras “buenas” y las “malas”, y aparentemente la falta de libertades en Cuba es un precio que hay que pagar para poder mantener el gobierno “popular”.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece entre otros aspectos que “toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados” y que “no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica, internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona”, por lo que es absolutamente fuera de lugar que se invoque la “autodeterminación de los pueblos” como excusa para no emitir una condena pública del atropello.
El presidente José Mujica y su colega boliviano Evo Morales tampoco estuvieron felices en sus conceptos por los cuales procuraron “tirar la pelota” hacia otro lado, y fustigar al “mundo rico” por imponer a los demás países conductas que no practica, pero omitió decir que Uruguay no encaja en este casillero, y que la tradición de nuestro país es condenar por igual las violaciones a los derechos humanos doquiera tengan lugar.
Por lo tanto, cuando se habla de derechos humanos no corresponde flechar la cancha según la ideología o color político, sino que debe ser cuestión de principios, los mismos que esos que se tuercen para el lado que más le conviene a quien solo se mueve según y cuando le sirva a su ideología.