Opinion | 21 Mar El reciente secuestro de un empresario en Montevideo --que terminó con su liberación en perfecto estado de salud-- fue el primer caso de relevancia en la materia con el que tuvieron que lidiar las nuevas autoridades del Ministerio del Interior.
El hombre, de 77 años, fue secuestrado cuando estaba por ingresar a una cena en un club capitalino ubicado en la rambla del Parque Rodó y posteriormente los secuestradores pidieron un rescate de dos millones de dólares para su liberación.
En las últimas horas el empresario, actual asesor financiero y ex presidente de la Bolsa de Valores de Montevideo, fue liberado cerca de su casa sin que se haya pagado el rescate luego que la Policía trabajó intensamente para presionar a los delincuentes para que desistieran del secuestro.
Actualmente las autoridades policiales y de Inteligencia continúan trabajando activamente para esclarecer el caso y es de esperar que así sea. No obstante, vale una reflexión respecto a este tipo de maniobras delictivas, lamentablemente cada vez más comunes en países de la región desde hace cierto tiempo –es bueno recordar que en Argentina estuvieron a la orden los denominados secuestros “express”-- y desde hace más años en otros de latinoamérica.
“Felizmente para todos, salió bien, este país no merece que pasen estas cosas”, dijo el veterano empresario que fue secuestrado en esta ocasión. Y tiene toda la razón. Uruguay no lo merece.
Más allá de las estadísticas y las “temperaturas” del tema, de una manera u otra todos sentimos que la inseguridad es un problema. Aún así en la comparación internacional salimos bien parados y por eso es que cada año cientos de personas acaudaladas de todo el mundo eligen nuestro país como destino turístico. La gente que vive en Maldonado, sabe por ejemplo de señoras millonarias que vienen con sus esposos a lujosos hoteles atlánticos y su principal diversión además de ir a la playa es salir a hacer las compras o andar en bicicleta. Algo tan simple para cualquiera de nosotros pero que ni ellas ni su familia tienen la posibilidad de hacerlo en su país sin custodia.
La seguridad de un país es un valor invaluable. Y por eso, este tipo de delitos debe tener una condena explícita y la correspondiente acción de las autoridades involucradas para combatir este tipo de delincuencia. En caso contrario pierde el país, perdemos todos.