Paysandú, Lunes 29 de Marzo de 2010
Opinion | 26 Mar En la edición de ayer informábamos que un agente de policía de apenas 20 años ayudó a nacer a una beba en el baño de una casa ubicada en el Barrio Norte. La familia esperaba a la ambulancia del Hospital, pero el parto se desencadenó más rápido de lo pensado y decidieron acudir a los agentes policiales que están apostados en el destacamento del barrio.
“Cuando llegué ya ingresaba el camillero del hospital, pero como estaba dando a luz y la beba no quería esperar la ayudé a terminar el trabajo de parto. Este es el primer niño que veo nacer”, relató emocionado el agente de segunda Nicolás Martínez, protagonista del hecho que realmente ha sido feliz comentario en toda la ciudad.
Felizmente el hecho se desencadenó con normalidad y ya con la beba nacida, la parturienta fue trasladada a la Sala de Maternidad del Hospital Escuela del Litoral.
El hecho además de despertar ternura y emoción hace pensar en lo amplio del rol policial en el entramado de la sociedad. En tiempos en que la inseguridad y la desconfianza son los sentimientos con los que reaccionamos más fácilmente, nos encontramos con un hecho que pone a prueba la solidaridad y el compromiso con la acción que tienen la mayoría de los trabajadores policiales. El agente además de la experiencia personal vivida aporta a la sociedad en general un ejemplo de valor y responsabilidad que tiene mayor significación si se toma en cuenta su propia juventud. Lo ocurrido es de esos pequeños milagros que dignifican a la juventud y recuerdan la vigencia de muchos de los valores que merecen preservarse a través de la educación profesional.
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