Paysandú, Miércoles 31 de Marzo de 2010
Opinion | 28 Mar El desempeño de los embajadores de Uruguay ante países y organismos internacionales será objeto de seguimiento por legisladores oficialistas, de forma de establecer parámetros de gestión de los diplomáticos y evaluar concretamente “en qué tienen éxito y en qué no”, de acuerdo a la información que proporciona el semanario “Búsqueda” en base a información recogida en esferas del partido de gobierno.
Los legisladores del Frente Amplio que integran las comisiones de Asuntos Internacionales del Parlamento han acordado con el canciller Luis Almagro efectuar un seguimiento para “tener una visión más completa de qué hacen las misiones uruguayas, en qué tienen éxito y en qué no”, de acuerdo a lo expresado por el senador Enrique Rubio, quien entiende como un aspecto muy importante que estos funcionarios “rindan cuentas” y que el Parlamento haga un “monitoreo más próximo” de su actividad.
La inquietud de los legisladores oficialistas es compartible, sobre todo porque estamos en un país en el que es fundamental que las representaciones diplomáticas no solo se encarguen de los aspectos inherentes a la política internacional, sino que deberían ser a la vez un polo de difusión del país y de contactos con organismos y empresarios a efectos de la concreción de negocios.
Este es un aspecto que no solo compete al embajador, por supuesto, sino que es también una responsabilidad compartida por agregados comerciales, entre otras áreas en las que se divide la tarea en una misión diplomática, con la diferencia de que en un país pequeño como el Uruguay solo en contadas embajadas se cuenta con esta diversificación de tareas.
Pero por otro lado no siempre se cuenta con elementos de juicio suficientes como para evaluar la actuación de nuestros representantes fuera de fronteras, sobre lo que precisamente da cuenta el diputado Ruben Martínez Huelmo, del Espacio 609, en este mismo artículo, cuando señala que es necesario contar con más datos que los que se dispone hasta ahora, ya que si bien los funcionarios uruguayos en el exterior suelen rendir cuentas ante la Cancillería, esa información no llega al Parlamento.
Sostuvo que “la experiencia indica que a veces vamos con poca conexión en los temas internacioanles con la Cancillería”, y señaló que para poder tomar decisiones los parlamentarios necesitan contar con esa información, que hasta ahora no les llega.
Por lo tanto la idea es que en las comisiones de Asuntos Internacionales de ambas cámaras se encare un seguimiento de la gestión de las embajadas, a la vez de manejarse como una posibilidad tener más reuniones con el Ministerio de Relaciones Exteriores, y contar con informes al inicio y al final de la gestión de cada integrante del servicio exterior.
Este punto fue también analizado en una reunión de legisladores del partido de gobierno con el canciller Almagro, donde se discutió sobre el rol del servicio exterior y coincidieron en que es necesario avanzar en su profesionalización.
Aunque no se lo ha mencionado explícitamente, es indudable que una de las falencias de nuestro servicio exterior es que no se “siente la camiseta” y se tiene una actitud prescindente, con honrosas excepciones, respecto a “vender” la imagen de nuestro país en el exterior, por lo que en los hechos no existe un retorno más o menos razonable del alto costo que representa el mantenimiento de nuestras representaciones en el exterior.
Por lo demás, como se ha manejado en este último caso, existe déficit en la profesionalización del servicio exterior, lo que es además consecuencia de manejos políticos que han realizado sucesivamente los respectivos gobiernos sin excepción, incluyendo al Frente Amplio.
Las embajadas son también un reservorio para “acomodos” políticos, y suelen ser un premio muy apetecible para dirigentes políticos que no han sido reelectos como legisladores o han quedado “en banda” en la distribución que se hace en cada gobierno.
Ergo, de estas designaciones poco y nada puede esperarse de profesionalización, al primar el amiguismo político, como además quedó demostrado también durante la Administración Vázquez en el sonado caso del ex embajador uruguayo en Italia que no presentó en tiempo y forma documentación ante la Justicia porque se encontraba en ese momento en otro país, sin siquiera haber dado cuenta de ello a la Cancillería, al punto de haber sido relevado de sus funciones.
Ello da la pauta de que es fundamental que este seguimiento que se pretende ejercer sobre nuestras representaciones diplomáticas sea efectivamente desarrollado con prescindencia de la amistad o adhesión partidaria de quien lo desempeña, para que por lo menos las cosas se empiecen a hacer de una forma distinta a como se han venido haciendo hasta ahora.
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