Paysandú, Viernes 02 de Abril de 2010
Opinion | 26 Mar La ambivalencia tradicional de la izquierda uruguaya respecto a la vigencia de los derechos humanos, en la tesitura que mantiene desde los años 60 de que hay dictaduras “buenas” y “malas”, ha quedado reafirmada por la postura que ha adoptado el Frente Amplio, actual fuerza de gobierno en nuestro país, respecto al caso del preso político que falleciera recientemente en huelga de hambre contra el régimen cubano, cuando rebuscadamente pretende explicar, justificar y/o eludir la responsabilidad del régimen dictatorial castrista en este nuevo caso de violación de los derechos humanos.
En realidad la fuerza de gobierno no tenía intención de hacer alusión al caso, pero al plantearse el tema en el parlamento por legisladores de la oposición y quedar en stand by en la consideración legislativa, la bancada oficialista procuró posteriormente ponerse de acuerdo para una declaración que al final salió por mayoría, con la abstención de los representantes de los sectores Asamblea Uruguay y el Nuevo Espacio, que evitaron seguir el lineamiento trazado por el Partido Comunista y sectores radicales para tratar de minimizar el episodio y a la vez “tirar la pelota” hacia otra cancha.
Ocurre que lejos de cuestionar el acto específico de violación de los derechos humanos más elementales, la Mesa Política del Frente Amplio aprobó una declaración de respaldo a Cuba, en la que a la vez reclama a la comunidad internacional el levantamiento del bloqueo a la isla, como si fueran dos cosas indisolubles, cuando no hace falta tener más de dos dedos de frente para asumir que la tiranía cubana sigue enroscada en sí misma, procurando sobrevivir en su utopía, y con la excusa del bloqueo para pretender justificar la vigencia de su régimen despótico.
La declaración evita mencionar por su nombre a Orlando Zapata, el preso político fallecido, y argumenta que debido a este hecho la isla cubana se enfrenta a una nueva “campaña” en su contra, poniéndose a la vez énfasis en que no se trata de un preso político, sino de un “delincuente común”, en lo que desde un principio ha puesto énfasis el Partido Comunista, con el apoyo de otros sectores de la coalición.
Precisamente este es el partido gobernante en Cuba, donde desde hace medio siglo funciona un régimen de partido único, y no se permite el funcionamiento de otras fuerzas políticas en su “democracia” de asambleas populares y voto por manos levantadas. Como en toda dictadura, no se tolera la disidencia por tratarse de una “traición” al país, y precisamente la declaración del Frente Amplio recoge básicamente el pronunciamiento de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, una gremial de intelectuales cubanos que respalda al régimen de Fidel Castro, que califica como preso común a Zapata, porque asegura muy suelta de cuerpo que en Cuba no hay prisioneros de conciencia, lo que llamaría a risa si sus consecuencias no fueran tan graves, como en este caso.
Igualmente, al tratarse de una coalición, no hubo unanimidad en esta particular visión traducida en la declaración del partido de gobierno de nuestro país, al punto que el Partido Socialista se distanció de sus colegas comunistas y sus voceros subrayaron que “no queremos identificarnos con el modelo cubano porque no es el modelo del Frente Amplio”, aunque en los hechos con esta declaración conjunta de la coalición se está presentando esta imagen ante la opinión pública.
La defensa del régimen cubano con el argumento de la no intromisión en los asuntos internos de otro país es realmente una tomadura de pelo y una burla hacia quienes anteponemos la vigencia de la democracia, la libertad de pensamiento y de expresión por sobre los demás valores esgrimidos como excusa para precisamente violentar derechos fundamentales.
Cuba ha sido durante las décadas de 1960 y 1970 sobre todo, y en menor grado hasta el presente, un “exportador” de su revolución a través del financiamiento y apoyo logístico a movimientos terroristas en varios países latinoamericanos, e incluso ha participado con sus tropas en alzamientos en países africanos. En nuestro país ha sido clara su intromisión y apoyo a movimientos sediciosos contra el régimen democrático vigente en la década de 1960, y seguramente todavía estaría tratando de incidir si “le diera la nafta” como hacía antes, cuando contó con el apoyo incondicional de la ex Unión Soviética en procura de exponer a la isla como vidriera para exportar el modelo de socialismo real.
Tras el derrumbe de la URSS, Cuba ha quedado como lo que es, un enclave de pobreza generalizada, sin posibilidades de desarrollo por la propia utopía del sistema bajo un régimen policíaco opresor, que es la única forma en que pueden mantenerse a los cubanos encerrados en la isla.
Este “modelo”, que muchos legisladores oficialistas no quieren para el Uruguay, es sin embargo defendido a ultranza por el Frente Amplio, aún en forma vergonzante, lo que implica una flagrante contradicción y un doble discurso que se mantiene para seguir vendiendo ilusiones y un mundo de fantasía por los que todavía creen o dicen creer para no dar el brazo a torcer y morir abrazados a un cuento de hadas.
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