Paysandú, Sábado 03 de Abril de 2010
Locales | 31 Mar Tres efectivos militares pertenecientes al Batallón “General Leandro Gómez” de Infantería Mecanizado Nº 8, incluidos en la División 3 del Batallón Uruguay 5 en Haití, vivieron el devastador terremoto que dejó a ese país en ruinas. Hasta el momento del sismo se trabajaba en la planificación de las elecciones, pero el 12 de enero la misión cambió totalmente.
El cabo de segunda Walter Cuello, el soldado de primera Rodolfo Mattos y el cabo de primera José Elizalde, dijeron que la ciudad donde estaban ubicados es Morne Cassé, a unos 250 kilómetros de Puerto Príncipe, en una región de montañas. “Antes de que se produjera el terremoto transitar esos kilómetros podía llevar unas 14 horas, no hay rutas asfaltadas e incluso hay tramos del camino de 50 kilómetros que se hacen en 3 horas, por el estado calamitoso de los caminos; imagínese lo que es luego del terremoto” contó Elizalde.
“Pasar una montaña puede llevar hasta cinco horas. Los caminos por los que hay que conducir no se pueden creer, en las montañas vas continuamente por el borde, con el peligro que esto trae aparejado” relató Mattos, quien se desempeñaba como chofer en uno de los camiones.
“En el momento que tuvo lugar el terremoto estaba mirando la televisión y noto que el piso se mueve, pero primero pensé que yo me sentía mal y me había mareado. Pero todos mis compañeros también miraban para todos lados, luego vi que las vigas comenzaban a moverse. Para darnos cuenta que eso era un terremoto demoramos unos 15 segundos, porque no sabíamos lo que era. Alguien llegó y gritó que todos saliéramos, que era un terremoto”, explicó Elizalde.
A partir de ese momento el cometido de la misión cambió. Si bien algunos efectivos quedaron en sus puestos de seguridad y control y patrullaje, inmediatamente se pasó al trabajo de brindar asistencia y ayuda. Mattos como chofer y Elizalde como custodia, comenzaron con el traslado de médicos, enfermeros, medicamentos, personas. “En esos momentos el tránsito era imposible, porque el caos era desconcertante y trasladarnos dentro de la ciudad era casi imposible. Si bien teníamos mapas, no podíamos hacer el recorrido porque las calles estaban cortadas por los derrumbes, las calles sumamente angostas con gente viviendo en carpas por todos lados y conduciendo con sumo cuidado de no pisar a alguien o enganchar una carpa” comenta Mattos.
El cabo Walter Cuello desempeñaba sus tareas en la repartición de comidas y víveres. “El reparto de comida fue muy difícil, la gente estaba desesperada y no había forma de mantenerlos ordenados y no quedaba otra que tirar gases o pimienta para los ojos para tratar de calmarlos. A nosotros nos instruyeron en primeros auxilios tanto en Uruguay como cuando llegamos a Haití y en ese momento nos proporcionaron un botiquín y teníamos que andar para todos lados con él. Fue así que asistimos a muchas personas, pero sin dudas que lo más fuerte de ver era en los hospitales; los médicos atendiendo afuera y ver a la gente realmente mal y no dar los tiempos y realizar mutilaciones sin anestesia... eso es fuerte y uno tiene que seguir trabajando después de ver todo eso” explicó Cuello. Cuando comenzaron las réplicas de los movimientos ya estaban más preparados y “literalmente se podía ver que la tierra hacía olas y no quedaba momento para pensar lo que hacer, había que salir de donde se estaba y esperar que eso pasara” recordó Elizalde. Fue una sensación de alivio la llegada al país y el rencuentro con sus familias, dijeron, pero de todas maneras afirmaron que de existir la posibilidad de volver a Haití, lo harán.
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