Paysandú, Domingo 04 de Abril de 2010
Opinion | 31 Mar Aunque afectado coyunturalmente por la crisis internacional, que ha deprimido la demanda de los mercados y los precios, el sector forestal es una apuesta estratégica de interés nacional que ha cobrado plena vigencia a partir de la aprobación de la Ley de Desarrollo Forestal, sobre fines de la década de 1980, y consecuentemente es el fruto de una política de Estado que surgió en esa área en el Uruguay, a sabiendas de que los frutos se cosecharían muchos años más tarde.
La norma de referencia permitió que el otrora llamado “el país sin árboles” por los extranjeros pasara a contar en pocos años con casi 800.000 hectáreas forestadas y que el sector ya generara millones de dólares en divisas por concepto de exportaciones.
No es poca cosa este salto desde el cero de hace apenas dos décadas a la realidad de hoy, que ya conlleva la instalación de una planta de celulosa y proyectos para concretar por lo menos otras dos en el corto y mediano plazo, así como la construcción de aserraderos, plantas de chipeado y de fabricación de contrapachados, entre otros procesos que significan la incorporación de un todavía incipiente valor agregado.
Ahora, si bien siempre está de por medio la interrogante respecto a cuanto habrá de durar el panorama internacional complicado, no existen dudas de que el futuro se presenta auspicioso, sobre todo teniendo en cuenta las ventajas comparativas de países como Uruguay, donde se logra en pocos años la entrada en producción de bosques debido a suelos y clima muy favorables, que no se dan en otras latitudes.
El empresario brasileño Roque Justen, quien es a la vez organizador de la Feira da Floresta, evaluó que el Mercosur será a corto plazo el gran abastecedor de productos forestales en el mercado internacional, y destacó a El Observador que “por todo lo que ha vivido como productor y empresario, creo que la región del Mercosur está teniendo un gran desarrollo en la producción forestal, que es ordenado e inteligente, y gracias a eso en el futuro será el gran abastecedor mundial de productos forestales”.
El empresario basa su fundamentación en que en los países de la región, y fundamentalmente en Uruguay, percibe la existencia de una capacidad productiva “fantástica” considerando las características de los suelos y del clima, “más la moderna tecnología disponible y la buena capacitación de mano de obra que nos permite obtener árboles aserrables en siete años, algo para lo cual otros países productores, como los nórdicos, precisan 70 años”.
El empresario brasileño aludió específicamente a la tasa de crecimiento que se da en países como Austria, donde se logran 18 centímetros de diámetro en los árboles recién a los 90 años, cuando acá se llega a ese crecimiento de la madera en nueve o diez años y con la debida calidad en todos los procesos productivos.
Los elementos expuestos por el empresario no son nuevos, sino que precisamente forman parte de los argumentos de mayor contundencia que ha llevado a las multinacionales forestales a instalarse en Uruguay, teniendo en cuenta que a través de la ley forestal se habilitaron exoneraciones impositivas y otros estímulos que se conjugaron con las ventajas comparativas del suelo y clima para favorecer las inversiones en las implantaciones forestales.
Existe por lo tanto lo que puede denominarse como una capacidad competitiva a favor de nuestro país y la región en cuanto a potenciar su riqueza forestal, y por lo tanto el desafío radica en obtener la máxima ventaja posible de esta capacidad en cuanto a traducirla en reciclaje de riqueza a través de infraestructura y creación de puestos de trabajo.
Y sin dudas el objetivo en el que debe ponerse el mayor énfasis es promover estímulos para que la madera salga con el mayor grado de procesamiento posible y dejemos de exportar materia prima para dar trabajo en otras latitudes, tras una primera etapa de consolidación de la explotación forestal.
Es decir que las acciones deberían dirigirse a establecer contactos con los empresarios para compartir visiones de desarrollo, identificar prioridades y generar condiciones para que pueda desarrollarse la industria del mueble, de construcción de casas de madera, de aberturas, de contrachapados y otras posibilidades de incorporación de valor agregado que brinda este sector, sin olvidar los aportes de desechos para la generación de electricidad por la quema de biomasa, como ya se encara en forma incipiente.
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