Paysandú, Lunes 05 de Abril de 2010
Opinion | 30 Mar El sábado cientos de millones de personas alrededor del mundo apoyaron “La hora del planeta” apagando las luces de sus hogares y comercios. Lo que empezó como una campaña dirigida a que los pobladores de Sydney, Australia, apagaran sus luces ha crecido hasta convertirse en la iniciativa más grande del mundo frente al cambio climático
La Hora del Planeta empezó en 2007 y participaron 2,2 millones de hogares y comercios apagando sus luces por una hora. Un año después este evento ya se había convertido en un movimiento global de 100 millones de personas en 35 países. Lugares emblemáticos como el puente Golden Gate en San Francisco, el Coliseo Romano y el anuncio de Coca Cola en Times Square, Nueva York, estuvieron en oscuridad, como símbolo de esperanza por una causa global que se vuelve más urgente cada hora.
Se trata de un evento internacional promocionado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) que se celebra el último sábado de marzo de cada año y con el que se pide a hogares y empresas que apaguen las luces y otros aparatos eléctricos durante una hora. Además de poner el cambio climático en boca de todos, persigue el objetivo de concientizar sobre la necesidad de ahorrar energía, reducir las emisiones contaminantes y aminorar la contaminación lumínica.
El Museo de la Paz en Hiroshima, la torre Eiffel, el Coliseo de Roma, la Alhambra de Granada, las Pirámides de Giza, la ciudadela del Machu Pichu o el Golden Gate de San Francisco fueron algunos edificios emblemáticos que participaron este año en la iniciativa. La población mundial demostró que está concienciada sobre sus efectos y convencida de que hay que pararlo, señaló el WWF, con sede en la ciudad suiza de Gland. La iniciativa “cruzando fronteras geográficas, económicas y culturales, ha unido a personas de todo el mundo para celebrar la única cosa que todos compartimos, el lugar donde vivimos”, añadió en un comunicado.
Aunque pueda calificarse de optimista, el texto está en lo cierto: ya nadie duda que el cambio climático existe y nos está perjudicando. El asunto es que aunque son bienvenidas y cada vez más populares este tipo de iniciativas, es difícil cambiar los hábitos y prácticas cotidianas, aunque sean cosas tan simples como apagar una bombita de luz que no se utiliza. Si eso no es sencillo, muchísimo menos es la reducción de emisiones dañinas en los grandes países industrializados del mundo por los millonarios intereses que hay en juego. Es el costo de un estilo de vida lo que al planeta le está haciendo daño.
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