Paysandú, Lunes 05 de Abril de 2010

Sobre amistades e intereses regionales

Opinion | 03 Abr La espontaneidad con la que suele manejarse el presidente José Mujica, que es un ingrediente que forma parte de su personalidad, es sin embargo un arma de doble filo cuando el candidato ya ha dejado paso al presidente y por lo tanto sus dichos pasan a ser una posición del Poder Ejecutivo que debería tomarse en serio, por cuanto implica que detrás de lo que se dice debería haber una decisión o un acto concreto de gobierno.
Pero en este primer mes de la nueva administración todavía el mandatario sigue actuando en gran medida como si fuera candidato, sin cuidarse mucho en medir sus palabras. Es así que cuando dijo que en su gobierno no iba a ingresar un solo funcionario público más y renegó de los concursos por considerarlos “acomodos”, provocando la ira de los gremios del Estado, sus ministros salieron poco después a “aclarar” que la cosa no era tan así, sino que al fin de cuentas van a ingresar funcionarios nuevos y que habrá posiblemente una ventanilla única de concursos, por considerarse que es una herramienta útil y transparente para incorporar nuevos funcionarios.
Es decir que el mandatario ha quedado en una posición más o menos delicada por decir lo que piensa del tema, sin tener en cuenta la forma en que se mueve el Estado, y no le ha ido mucho mejor en otros temas en los que ha debido rectificarse o formular aclaraciones. Ha lanzado ideas al viento que pueden ser muchas veces compartibles, pero que presentan notorias dificultades a la hora de aterrizarlas, y que se aproximan más a charlas “de boliche” que a un análisis profundo de los temas a efectos de adoptar medidas al respecto. La reciente visita a Brasil del mandatario y su comitiva mostró a un presidente uruguayo que llevó como una de sus prioridades estrechar lazos con su colega brasileño Luis Inacio Lula Da Silva, con quien además tiene una fuerte afinidad ideológica, y ello explica que en este encuentro hubieran manifiestas coincidencias y concesiones recíprocas en temas que desde hace tiempo han sido objeto de controversia.
El punto es que las relaciones entre los estados no pueden situarse en el marco de las afinidades ideológicas de los mandatarios que en ese momento estén ocupando los respectivos cargos, sino que deben obedecer a líneas de trabajo que atiendan una serie de aspectos internos y de relacionamiento internacional que deben trascender simpatías personales.
Por lo tanto no debería perderse de vista la tradicional política “pendular” de Uruguay, situado entre las dos mayores economías de América del Sur, y a la vez tener presente que no hay países amigos, sino intereses comunes, y que ello muchas veces entra en conflicto con las “amistades” ante lo que hay en juego.
En este caso, además, Mujica le llevó a Lula el “regalo” de acceder a los planteos brasileños respecto a las barreras sanitarias para la importación de pollo desde ese mercado, lo que desde el punto de vista de la cantidad resulta insignificante para el país norteño, pero que significa en cambio limpiar una mácula en su perfil de gran exportador mundial, desde que en los grandes mercados llamaba la atención que el vecino regional no le compre el producto por razones sanitarias.
A cambio hemos recibido promesas de facilitar acceso en carnes, lácteos y granos, así como eventual apoyo en obras de infraestructura, lo que por supuesto demandará, en el mejor de los casos, un tiempo prudencial para concretarse, y a la vez todavía está por verse si la voluntad presidencial luego no se ve trabada por resortes burocráticos, como suele acontecer.
Pero seguramente lo más controversial de la visita es la exhortación de Mujica a que Brasil ejerza el carácter de líder de América Latina, lo que aparece como que el perro siga los consejos de la pulga, y sobre todo, pretender que los intereses de Brasil y los de América Latina son la misma cosa, lo que dista un abismo de la realidad.
Como todos sabemos, el país vecino se ha cortado solo y pretende jugar en las grandes ligas mundiales, en defensa de sus legítimos intereses políticos y comerciales, sin tener en cuenta para nada su nada su carácter de “líder” natural regional que le atribuye con tanta generosidad Mujica.
En todo caso, de lo que debería tratarse, realmente, es de que la región actúe como un todo, para defender intereses comunes, sin liderazgos naturales que en lo medular implican imponer su parecer e intereses a los de los otros, y ese no debería ser precisamente el rol que debamos conferir gratuitamente a ninguna nación, por más “amiga” que sea.


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