Paysandú, Miércoles 07 de Abril de 2010
Locales | 04 Abr (Por Enrique Julio Sánchez, desde Estados Unidos) Y otro mes ha quedado atrás. Abril hizo su aparición con April Fool’s, la versión gringa de nuestro Día de los Inocentes, aunque también como allá en el paisito pocas bromas inocentes hubo, salvo algunas en los medios de comunicación. El mismo 1º de abril se cumplió el censo de población, que ciertamente varía sustancialmente del que se realiza en Uruguay. No hay un ejército de encuestadores golpeando las puertas de los hogares, pues el gobierno trata por todos los medios de ahorrar dinero. Aquí se enviaron los formularios por correo a los hogares y se les pidió a los habitantes que los completaran y devolvieran de la misma forma. Solamente aquellos hogares que no cumplieron con ese pedido serán visitados en los próximos meses.
De paso, hubo una fuerte campaña para que los hispanos “nos hiciéramos contar”, destacando especialmente que la información no puede ser compartida con otras agencias del gobierno, para que aquellos que permanecen indocumentados también aceptaran enviar la información sin el temor de que, por ejemplo, el temible ICE se hiciera con ella para encontrarlos y deportarlos.
Por estos días también culmina la temporada de impuestos. Una vez al año se pagan la mayoría de los tributos y en muchos casos se reciben reembolsos de lo ya aportado, por una serie de circunstancias. Esto hace que los impuestos directos, como el similar al IVA tengan poco peso en la economía general, a diferencia de Uruguay, lo que sin dudas
fortifica esta, pues no es lo mismo tener que entregarle al “socio” un 6% del producto a comprar, que el 23%.
Por otro lado, los reembolsos no son otra cosa que una devolución de parte de los impuestos que el gobierno tomó durante el año, y que usó durante todo ese tiempo, al entenderse que de acuerdo a los ingresos personales o familiares, los tributos se pagaron en exceso.
Muchas familias esperan con impaciencia esos reembolsos (y yo mismo también, hay que decirlo) pero raramente los ahorran sino que los retornan a la economía, comprando bienes y servicios. Si bien los indocumentados deben pagar sus impuestos y pueden recibir también reembolsos, el monto de estos es sustancialmente menor al que pueden recibir los ciudadanos y residentes legales, lo que ciertamente es una gran injusticia, pues como se dice por aquí “money is money” (dinero es dinero).
Pero más allá de eso, los inmigrantes siguen buscando su destino, que a veces parecen encontrarlo aquí, otras en sus propios países, por extraño que parezca. Por caso, las historias de dos integrantes de la familia Gauthier. Horacio Gauthier un dia se encontró con una realidad que afecta a millones de personas: el desempleo. Durante alrededor de un mes, a veces con mi participación, buscó opciones laborales hasta que se decidió por instalar una pequeña empresa de limpieza de locales comerciales. Estos prácticamente en ningún caso cuentan con personal de limpieza y contratan un par de veces por semana a empresas que se encargan de la misma. Los restantes días sus propios empleados se encargan de la limpieza, siempre ligera y simple. En esta tarea participan todos, incluso los gerentes. Por ejemplo en Pizza Hut, cuando mi turno es el de cierre, me toca a mí hacer la limpieza (que no lleva más de 20 minutos) pero si hay muchos pedidos, quien la hace es el gerente del turno. Es que aquí, la máxima “You got to do what you got to do” (“Tienes que hacer lo que tienes que hacer”) se aplica a rajatabla y a diferencia de en Uruguay nadie protesta por hacer tareas que inicialmente no se incluyen en su lista de acciones laborales.
Horacio Gauthier inscribió su empresa en Morristown (en realidad yo lo hice en su nombre) y pronto estaba trabajando, recorriendo diferentes empresas. Con el paso del tiempo, encontró una mejor oportunidad, en el mismo ramo, y desde hace un par de semanas, junto a su hermano Gonzalo, sigue haciendo el mismo trabajo, pero con mejores ingresos.
Poco a poco, sin dejarse vencer por el desánimo ni la preocupación, transformó una realidad compleja en una oportunidad, pues el camino se hace al andar.
La historia de Diego Gauthier es ciertamente diferente. Junto a su esposa Candy, la misma que me entrenó como panadero en Panera’s, trabajaban y vivían sin grandes contratiempos en Budd Lake, junto al hijo de ambos. Pero un día el servicio de inmigración detectó su presencia y, tras algunas acciones judiciales la familia fue separada, siendo uno de sus integrantes deportado, como ocurre a diario con cientos de personas que llegaron a este país persiguiendo una ilusión y buscando un futuro mejor.
En poco más de un mes el otro voló de retorno a Uruguay, un viaje no planificado, que abría enormes dudas sobre el futuro, especialmente laboral. Pero no había otra posibilidad.
Montevideo recibió a la familia y poco a poco comenzó la etapa de readaptación. Un trabajo aquí, otro por allá, poco a poco, volver a empezar. Hasta que en uno de sus viajes a Paysandú, Diego solicitó un empleo en la Cooperativa de Omnibus Paysandu, mejor conocida por Copay. La vida le sonrió y pronto fue convocado. Hoy conduce uno de los omnibus del servicio urbano, afectado a la línea 108. Y vuelve a sentirse útil, feliz y capaz de enfrentar el futuro con la necesaria fe. Curiosamente, encontró su lugar en su espacio esencial, en su Paysandú, ciudad a la que había abandonado años atrás para viajar a Estados Unidos.
Aquí y allá hay espacios para el crecimiento. Algunos los encuentran en el exilio económico, otros en el lugar al que pertenecen. Historias, tan solo historias. La vida se abre paso entre ellas. Con ellas.
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