Paysandú, Miércoles 07 de Abril de 2010
Opinion | 06 Abr Una investigación arqueológica reveló que hace 5.000 años habitantes de la cuenca baja del río Santa Lucía explotaban los recursos del humedal --peces, moluscos y ciervos de los pantanos, entre otros-- y habían adoptado el maíz y el zapallo. La importancia arqueológica del área ya era reconocida por los pioneros de la arqueología en nuestro país desde fines del siglo XIX, a lo que desde 1998 y, debido al estudio sistemático, se relevaron 80 sitios prehispánicos en el área y sobre las costas del Río de la Plata vinculadas al departamento de San José. Ahora, estudios de Carbono 14 permitieron establecer la presencia de asentamientos humanos en la zona en el Holoceno medio, hasta ocupaciones más tardías que coinciden con la llegada de los europeos en el siglo XV.
El río Santa Lucía es, después de la Cuenca del Río Uruguay, el principal tributario del Río de la Plata en la costa uruguaya. Se trata de un río costero de 205 kilómetros de largo y una cuenca hidrográfica de aproximadamente 15.000 kilómetros cuadrados.
En las investigaciones recientes han participado el Ministerio de Educación y Cultura, el Museo Nacional de Antropología, intendencias de Montevideo, San José y Canelones, la Agencia Nacional de Investigación e Innovación y el Fondo Clemente Estable.
Sabido es que llevar adelante este tipo de investigaciones en nuestro país no es fácil y no siempre existen presupuestos que permitan hacerlo en el tiempo y forma deseados puesto que a veces, la preservación de estos vestigios son ni más ni menos que una carrera contra el tiempo, donde el enemigo es la falta de conciencia o la destrucción sin más.
En el sitio que hoy hacemos referencia, hubo sitios funerarios que mucho hubieran podido decir sobre la cultura y modo de vida de legendarios habitantes de lo que hoy es nuestro país. Sin embargo, éstos fueron afectados por la actividad de extracción de areneras. Además, la proximidad de espacios urbanos e industrias, así como la actividad agrícola de otras zonas también impacta sobre los sitios. “Cuando aran los campos, los materiales se mezclan y cuando se realizan tajamares se pierden definitivamente”, dijo una de los investigadoras al referirse al tema.
En este caso particular, el inicio del trámite para la inclusión del lugar en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas es un paso alentador. No obstante, al igual que en otros lugares del país, se impone como una necesidad la existencia de acciones contundentes para la conservación de los sitios arqueológicos.
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