Paysandú, Sábado 10 de Abril de 2010
Opinion | 06 Abr Las más de 23.000 soluciones habitacionales a que ha llegado Mevir desde su creación, en la década de 1960, con otros varios complejos en construcción y/o en proyecto, implica un ejemplo en cuanto a los beneficios de contar con instrumentos para poder financiar la vivienda propia a miles de familias del olvidado medio rural, y ha significado llevar respuestas a una problemática crítica para familias del interior profundo, que tienen serias dificultades de acceso a una vivienda decorosa en múltiples rincones del país.
En cada inauguración de estos complejos habitacionales son notorias las caras felices y sobre todo la satisfacción íntima que implica el sentido del deber cumplido por los beneficiarios, que han alcanzado su sueño con mucho esfuerzo, en base al trabajo por ayuda mutua.
El Movimiento pro Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural ha significado un proceso de reversión en la campaña, como es el caso de nuestro departamento en que cientos de familias habitan complejos construidos en Gallinal, Tres Bocas de Cerro Chato, Quebracho, Chapicuy, Lorenzo Geyres, Piedras Coloradas, Orgoroso, Guichón, entre otras localidades, en todos los casos sustituyendo viviendas marginales por pequeñas casas bien terminadas y decorosas, y fundamentalmente amortizables con cuotas accesibles para que los adjudicatarios estén en condiciones de afrontar la inversión de interés social.
A la vez, es notorio que los problemas de acceso a la vivienda no se limitan al medio rural, sino que hay grandes sectores de la población con serias dificultades para lograr su techo propio o alquilar casas decorosas por el desnivel entre el monto de los alquileres y los ingresos, lo que indica que han resultado insuficientes las acciones que se han desarrollado durante años, con diferentes programas, para construir viviendas de interés social.
El saldo de la Administración Vázquez en esta área ha sido altamente deficitario, desde que se construyeron muy pocas unidades, y ello da la pauta de que ha crecido el déficit habitacional, desde que fundamentalmente se puso el acento en regularización de asentamientos, pero con luces y sombras, al haberse consolidado también construcciones en lugares inundables, con escasos servicios o en zonas urbanísticamente inconvenientes.
Paralelamente amplios sectores de la sociedad siguen con serias dificultades para acceder al techo propio y tampoco han sido solución las viviendas construidas por el sistema cooperativo a través de Fucvam, que reclama más recursos ante los cupos otorgados por el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente a través de sorteos, a lo que se agregan problemas muy serios en cuanto a la disponibilidad de terrenos para construir.
Por lo demás, pese a la intención de quienes crearon la federación, es decir acceder a la vivienda mediante préstamos con mano de obra propia y repago accesible, la realidad indica que por encima de la problemática de la vivienda Fucvam se ha convertido en un operador político y se ha desvirtuado la esencia del movimiento en cuanto a luchar por soluciones habitacionales en forma prescindente de todo alineamiento o visión político-ideológica.
El panorama por lo tanto dista de ser auspicioso y es explicable que el presidente Mujica ya desde antes de asumir haya anunciado que se pondrá en marcha un Plan Impacto en materia de vivienda, que en principio apuntaba a la construcción masiva para sectores de menores recursos ya en los primeros quince días de gobierno, lo que no se ha concretado ni por asomo, porque una cosa son los anuncios y las intenciones y otra muy distinta el “aterrizar” las iniciativas en base a los recursos disponibles y la posibilidad de instrumentación, tanto por recursos humanos como materiales.
Es así que el plan impacto hasta ahora ha sido un mar de enunciados e improvisaciones y lo que sí se ha señalado es que habría alta participación de “voluntarios” para atender a sectores indigentes y aparentemente a mejorar la calidad de construcciones precarias, lo que no significa por lo tanto agregar oferta de viviendas al mercado y sí una visión muy parcial de la problemática.
Por lo demás, es indudable que regalar viviendas no es ninguna solución y que se requiere una participación activa de los beneficiarios, con un alto grado de esfuerzo para que valoren en toda su dimensión la solución habitacional que se les brinda, porque existen demasiados ejemplos de viviendas regaladas que al poco tiempo se tranformaron en verdaderas taperas debido a una problemática social aguda que se asocia con las urgencias en materia de acceso a la vivienda.
Para empezar, el “Plan Impacto” debe ser sustentable, y por lo tanto es de recibo que se haga lugar a posibles salidas como la instrumentación de mecanismos del tipo Mevir Urbano, como existe ya algún ejemplo en Paysandú, tanto en lo que respecta a encontrar instrumentos de financiación como para la construcción con participación de los propios interesados por el sistema de ayuda mutua, y planes de repago accesibles. De lo que se trata es de trabajar sin preconceptos, sin tabúes, desideologizando los temas y buscando salidas sin importar quién es el “padre” de la idea, tomando los mejores elementos para encarar soluciones que se han postergado una y otra vez, con la consecuencia de seguir agravando el déficit habitacional.
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