Paysandú, Sábado 10 de Abril de 2010
Opinion | 09 Abr A su retorno de Venezuela, donde participó junto al presidente José Mujica en los contactos con el presidente Hugo Chávez, el ministro de Industria, Energía y Minería, Roberto Kreimerman, dio la pauta en conferencia de prensa que el gobierno piensa en un plan que permita eficiencia energética sin afectar el confort de la población.
Kreimerman subrayó en este contacto a su regreso que el enfoque no es dirigido hacia el ahorro energético sino hacia la eficiencia, lo que implica que si bien ambas apuntan al menor consumo de energía, la eficiencia asegura que no se pierda confort.
“En el caso de una estufa no se trata de encenderla menos, sino de sustituirla por una que sea eficiente energéticamente o sea que el porcentaje de energía eléctrica que se transforma en calor sea alto y aprovechado por la persona, por el ciudadano o por la industria y no sea desperdiciado hacia la atmósfera”, sostuvo a modo de ejemplo, para aclarar que el gobierno tiene como objetivo atacar el tema energético en la temporada invernal pero no basándose en una menor calidad de vida o en menores servicios, sino en una mayor eficiencia de los aparatos que utilizamos los uruguayos.
Es cierto, hay mucho paño para cortar en materia de uso racional de la energía en nuestro país y cuando nos referimos al tema generalmente cargamos las tintas sobre la problemática de la electricidad, que en nuestro país significa centrarnos en la empresa estatal y monopólica UTE, que dispone a su antojo en el tema.
Claro, una cosa es la empresa que nos vende –y bastante cara, por cierto— la energía eléctrica, y otra son los usuarios, hacia donde aparentemente apuntaría el gobierno a través de estas medidas o recomendaciones, que sí tienen que ver, inevitablemente, con los problemas de generación de UTE, que en determinados períodos, como las prolongadas sequías, resulta insuficiente y por lo tanto tiene que comprar a precio de oro electricidad en países vecinos y generar en base a petróleo en usinas térmicas que precisamente son caras y donde también debería buscarse el máximo de eficiencia posible. Pero el gobierno apunta al usuario como destinatario de su prédica, es decir el que rigurosamente paga las tarifas que impone monopólicamente el ente y que a la vez en este marco ha establecido planes especiales dirigidos a promover el ahorro mediante descuentos a las familias que gasten menos de 200 kilovatios por mes, es decir un segmento ínfimo de la población que la vez tendrá que hacer malabares para sostenerse con apenas dos lamparitas prendidas, no utilizar estufa eléctrica, por supuesto, ni tampoco cocina, e intentar seguir al pie de la letra las recomendaciones que había dado Hugo Chávez a los venezolanos en medio de la crisis, con baños de tres minutos, que a su juicio son harto suficientes.
Es cierto, puede hacerse mucho a nivel hogareño para ahorrar energía, pero mucho nos tememos que no hay una visión clara a nivel del Poder Ejecutivo de cual es la situación en la que viven cientos de miles de uruguayos, que hace rato que están ahorrando todo lo que pueden en el consumo eléctrico, porque cuando llega la factura de UTE los sectores de ingresos fijos deben hacer malabares para hacer frente de un día para el otro al pago. Y como si esto no fuera poco, ya al otro día del vencimiento el organismo les cobra el 10 por ciento de recargo, es decir que por un atraso de 24 horas cobra un interés mayor que la inflación de todo un año.
Igualmente, siempre es posible lograr algún ahorro, sobre todo por sectores de la población que no están tan condicionados en cuanto a sus ingresos, pero seguramente quien tiene la mayor capacidad de ahorro es el propio Estado, en cuyas dependencias realmente se prenden generosamente aparatos de alto consumo, desde que el costo queda a cargo de todos quienes pagamos impuestos, por lo que toda campaña que se encare para que realmente “prenda” debería empezar por predicar con el ejemplo desde los propios organismos oficiales.
A la vez, no se trata solo de utilizar aparatos de mejor eficiencia, lo que está muy bien, sino también poner en marcha los enunciados sobre estímulos para la incorporación de calentadores alternativos mediante energía solar, biomasa y/o biodigestores, a la vez de generar condiciones que permitan el uso masivo de aislantes en edificios y construcciones para una mejor preservación de la temperatura ambiente.
Es decir que debe “aterrizarse” en forma práctica la buena intención, para no quedarnos en los impulsos y en las consecuentes respuestas mínimas, cuando estas políticas realmente sirven solo cuando se masifican.
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