Paysandú, Viernes 16 de Abril de 2010
Opinion | 10 Abr El presidente José Mujica sostiene que su gobierno estará signado por una marcada austeridad, lo que quiere decir que sería su intención cuidar el gasto público, en tanto entre otros aspectos señaló que los ministros y jerarcas de gobierno usarán autos de baja cilindrada y de frontera, a efectos de un menor costo de mantenimiento, y que solo se utilizarían vehículos de mayor costo cuando sea menester para las funciones que cumplen los respectivos organismos.
De acuerdo a lo manifestado por el mandatario, paralelamente, es indispensable hincar el diente en la gran burocracia que parasita al Estado y que castiga a todos los uruguayos que lo mantenemos poniendo dinero de nuestros bolsillos, un objetivo que seguramente compartiremos todos los ciudadanos y que apostamos a que de una vez por todas se concrete esta idea que ya fue postergada por la Administración Vázquez tras anunciar que iba a poner en marcha la “madre de todas las reformas” del Estado.
Es decir que venimos ya de un mal antecedente respecto a esta reforma impostergable, porque además el propio Mujica, tras los enunciados y lanzar al ruedo lo que piensa, habló de hacer la reforma “con” los funcionarios y con participación de otros actores involucrados, lo que en buen romance significa estar permanentemente en estado deliberante, con propuestas y contrapropuestas, pero seguramente con las organizaciones sindicales velando rigurosamente para que sus beneficios, privilegios y forma de trabajo ‘light’ no sea afectada, que se mantenga el ‘statu quo’ vigente y que al fin de cuentas pase con esta reforma lo mismo que con la de Vázquez.
No debe perderse de vista que el nuevo gobierno también tiene su “herencia maldita” con un déficit fiscal del orden del 2 por ciento del Producto Bruto Interno, y que éste ha sido ocasionado por seguir aumentando el gasto público, desde que la anterior administración gastó todo lo que podía y aún más durante el año electoral, pese a la crisis internacional.
La Administración Vázquez gozó de casi cinco años de prosperidad mundial que solo se quebró a partir de fines de 2008, pero con consecuencias que no tuvieron la magnitud que podía esperarse. Igualmente hubo un retroceso en la economía que puso de relieve que se había actuado con falta de criterio en el gasto y sin adoptar medidas contracíclicas. Con la “madre de todas las reformas” abortada, nos encontramos con nuestras deficiencias estructurales intactas, con un Estado pesado y burocratizado, con altísimo costo para los sectores reales de la economía, y condiciones internacionales que no son las mismas que las que teníamos hasta antes de la crisis en 2004. Hasta ahora, a solo poco más de un mes de gestión, el presidente Mujica ha lanzado ideas al ruedo y enfatizado lo que se debería hacer, pero al parecer, de acuerdo a las reacciones que ha generado dentro de su fuerza política, tiene esas iniciativas todavía muy “verdes”, como suele decir, y necesita primero acordar qué es lo que pretende hacer y cómo. Un claro ejemplo en este sentido es el “plan impacto” de vivienda, que prometía construir viviendas ya a los quince días de asumir, y que ha sido simplemente un acto de voluntarismo verbal, por cuanto no solo no se ha dado un paso para construir una sola vivienda nueva, sino que la ministra de Vivienda, Graciela Muslera, ha anunciado que posiblemente no se construyan nuevas unidades habitacionales por este plan, y que solo se apuntará a mejorar las viviendas que ocupan sectores carenciados. En cambio, lo que sí es concreto es que se creará un nuevo ministerio, el de Gobierno, que ya tiene nombre propio para el ejercicio del cargo, y que es precisamente un aspecto muy secundario en cuanto a las prioridades que tiene el país, que pasan por el costo y vulnerabilidades en el área energética, el déficit habitacional creciente, los graves problemas en educación y formación, el costo enorme del Estado y en el plano coyuntural, la situación difícil que presentan varios sectores exportadores, sobre todo los que incorporan valor agregado, que vienen sufriendo desde hace ya demasiado tiempo un sensible desgaste en su competitividad, fundamentalmente por la evolución del tipo de cambio y los costos internos.
Y aunque todavía no corresponde hacer balances de una gestión de gobierno cuando recién se están “orejeando” los naipes, hay evidentemente señales contradictorias entre lo que se dice querer y lo que se necesita para hacerlo realidad, por lo que la ejecutividad y más aún, las definiciones, son por ahora ingredientes clave que están faltando a la cita.
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